Los niños, por lo general, no tienen callos porque éstos no son más que un aumento de la piel que se produce como defensa ante un roce. Si aparece esa callosidad en un niño se ha de pensar que probablemente el motivo sea una verruga. Para tenerlo claro basta con presionar y pinzar la lesión. Si al ejercer presión no se siente nada pero al pinchar aparece dolor, el diagnóstico se confirma. Además, las molestias suelen aparecer a la hora de caminar. Para evitar la aparición de verrugas lo mejor es actuar desde la prevención. Hay que procurar llevar siempre calzado y chancletas, no ir descalzo y menos en zonas de humedades. Dentro del agua no hay posibilidad de contagiarse del virus que provoca estas verrugas, un virus que puede tardar años en irse y que se contagia y reproduce de forma sencilla. También se recomienda no tocarlas ni manipularlas para evitar su contagio y una lesión mayor. Existen diversas opciones para tratar las verrugas plantares: sprays que las congelan, cirugía, láser, tratamientos antiverrugas... El escoger una u otra dependerá del paciente y de la actividad que deba desarrollar. Por ejemplo, en el caso de un deportista de élite no se le aplicará ningún producto que queme porque eso afectaría a su actividad diaria. Hay verrugas que pueden ser más resistentes a los tratamientos farmacológicos que otras. Eso dependerá de la persona y de su actividad, pero no hay que preocuparse porque tarde o temprano las verrugas acaban por desaparecer. En los casos más rebeldes habrá que realizar tratamientos más largos. Por lo que respecta a su reaparición, las verrugas, si se han quitado bien, no vuelven a aparecer en el mismo sitio. Si eso ocurre es porque en la extracción se ha dejado una porción de esa infección vírica que ha producido muchas células nuevas que han recreado la verruga. Hay que intentar evitar que se hagan muy gruesas o profundas porque cuando eso ocurre cuesta más hacerlas desaparecer.