Las vitaminas fueron descubiertas por el médico Christian Eijkman. Nacido en 1858, había estudiado medicina y servía como oficial médico en el ejército holandés. En esta condición fue destinado a las Indias Orientales Holandesas (la moderna Indonesia) para investigar una enfermedad llamada beriberi que hacía estragos en la zona. Era una enfermedad del sistema nervioso periférico que causaba fatiga, vómitos, dolor, parálisis y, en algunos casos, incluso la muerte. Pero su causa se desconocía.
El gobierno holandés estableció un laboratorio médico en Batavia (la actual Yakarta) para que Eijkman investigara la enfermedad. Tenía en su laboratorio varias gallinas para experimentar. A las aves se las alimentaba con arroz que sobraba de las comidas preparadas para el personal militar holandés de la ciudad. Pero cuando un nuevo cocinero se negó a permitir que se les diera su comida a las gallinas, Eijkman se vió obligado a comprar él mismo el arroz para ellas. Y poco después quedó alarmado -y al mismo tiempo, fascinado- al descubrir que las gallinas habían contraído el beriberi.
El nuevo alimento era arroz pulido, al que se le había quitado la cascarilla exterior del grano con un proceso de molienda. Antes, las gallinas habían estado comiendo arroz sin pulir, con la cascarilla intacta. El nuevo arroz no se había estropeado, y Eijkman no pudo encontrar ningún agente infeccioso obvio en su nueva fuente de alimento que pudiera causar la enfermedad. Llegó a la conclusión de que tenía que haber algún tipo de nutriente en la cascarilla del arroz, capaz de prevenir el beriberi, y que se perdía en el proceso de pulido. Y efectivamente, cuando en 1897 Eijkman volvió a darle a las gallinas arroz sin pulir, la enfermedad no tardó en desaparecer. En su trabajo le ayudó otro médico holandés, Adolphe Vorderman.
Cuando se corrió la voz del descubrimiento de Eijkman, el bioquímico Frederick Hopkins llevó a cabo su propia investigación, que comenzó en 1901. Hopkins descubrió el triptófano, un aminoácido (compuestos que forman las proteínas) que descubrió que no se puede sintetizar en el cuerpo.
Hopkins había leído también acerca de los experimentos del cirujano ruso Nikolai Lunin, que había alimentado a un grupo de ratas con los nutrientes primarios individuales que se encuentran en la leche -proteína, hidratos de carbono y grasa-, mientras otro grupo recibía leche entera. El primer grupo murió mientras el segundo prosperaba. Evidentemente, concluyó Hopkins, en la leche había algo más que los nutrientes primarios. Empezó a sospechar que podían existir muchos nutrientes químicos, a los que llamó “factores accesorios” que debemos ingerir para mantenernos sanos.
Publicó sus trabajos en 1906. En 1912, el bioquímico polaco Casimir Funk aisló el compuesto del arroz con cascarilla de Eijkman, cuya ausencia causaba el beriberi. Era una sustancia a la que llamó tiamina, que formaba parte de una familia de compuestos llamados aminas.
Funk generalizó su descubrimiento, sugiriendo que todos los factores accesorios de Hopkins eran aminas, y los llamó “vital amines” (“animas vitales”) o vitaminas. Después resultó que no era así, pero el nombre ya había arraigado. Lo único que podían hacer los científicos era intentar quitarle énfasis a la parte “anima” del nombre en inglés, de vitamine a vitamin.
Ahora, a la tiamina se la conoce como vitamina B1. Es uno de los nueve compuestos solubles en agua y cuatro solubles en grasa que son imprescindibles para la vida. Se las designa con las letras A, B1, B2, B3, B5, B6, B7, B9, B12, C, D, E y K. Los vacíos entre letras se debe a que algunas vitaminas fueron reclasificadas (a la vitamina H se la llama ahora B7) o descartadas por haberse comprobado que no eran vitaminas (por ejemplo, ahora se sabe que el compuesto denominado inicialmente vitamina L1 no es imprescindible). Las vitaminas forman parte de un gran conjunto de micronutrientes que también incluyen minerales y ácidos.
Siempre fue necesario obtener estos nutrientes de una dieta variada, aunque las necesidades individuales varían. Pero en la década de 1930 salieron a la venta los primeros complementos vitamínicos, que permitían a todos mantener su ingesta diaria recomendada. Muchos de nosotros tomamos ahora complejos vitamínicos a diario como ayuda extra. La simple medida preventiva de asegurar que la gente se tome sus vitaminas tiene un enorme efecto positivo sobre la salud y el bienestar del mundo entero. Y por su descubrimiento, Eijkman y Hopkins compartieron en 1929 el Premio Noble de Fisiología y Medicina.
Fuente: CIENCIA 100 Descubrimientos que cambiaron el curso de la historia