La DO se fundó en julio de 1954 pero las primeras botellas que salieron al mercado con etiqueta y sello fueron, antes que las de Masia Barril, las del Cartoixa Scala Dei. La primera, en 1974. Y la cata nos proporcionaba la oportunidad (para mí, única) de probar en una sola sentada, 1974, 1975 y 1976 (diez botellas quedan en bodega). No por azares de añada, claro. Ahora me explico. Un segundo grupo lo formaban las botellas de 1978 (eran las últimas botellas de la bodega), 1982 y 1991. Y un tercer grupo que, aunque no lo parezca, estaba íntimamente vinculado a los dos anteriores, contenía las garnachas de finca 2010, de los viñedos Artigots, Sant Antoni y La Creueta (éstas tres, todavía a unos meses vista de salir al mercado). Interesantes, pero a otro nivel discursivo, quedaron las botellas de 2006, 2007 y 2008. Aunque la bodega no conserva documentación escrita de cómo se vinificaron las primeras añadas, Ricard explicó que en las escrituras de fundación de la empresa, consta que el enólogo de la época, Jaume Mussons, aportó a la sociedad dos depósitos de madera de 25 mil L. Unamos a esto que la uva entraba entera a la bodega, que se piaba entera y que, con toda probabilidad, la vinificación se hacía con el raspón, a temperatura ambiente la maceración y en depósitos de cemento abiertos.
Artigots, sobre los 500 msnm, exposición NE, 0,2 Ha, en suelo de canto rodado, calcáreo, descomposición del Montsant, con un 40% de raspón, madera vieja de 225L y fermentado con las levaduras del viñedo y de la bodega. Sant Antoni es como un teatro griego orientado al S, con exposiciones también al E y al O, suelo arcilloso, 1,5 Ha, 600 msnm, 80% de raspón y botas de 500L de segundo vino. La Creueta, 400 msnm, exposición a E, 0,8 Ha, en llicorella compacta, sin raspón y en dos botas de 500L, una nueva, otra de segundo año. ¡Empezamos a beber! El trabajo de Ricard en la apertura de las botellas había sido perfecto y delicado, y sólo 78 se le había resistido. Del primer grupo, 74-75-76, a primer golpe de nariz, 74 suena ya en un momento final de evolución. No está muerto, pero he bebido alguna botella mejor que ésta. 75 muestra, increíble, taninos de la madera todavía por pulir, está muy vivo y evolucionando. 76 emociona directamente, muestra una fruta tersa e intensa y una marcha que impresiona. 74, si me permiten, es el más "riojano" de los tres, el más fino y clásico, el más "lopezherediano" de todos. 75 es la discreción y la elegancia. 76 tiene un volumen grande en boca y mucha fruta fresca, con una garnacha que domina por entero. La mezcla de uvas procedentes de suelo de llicorella (que le da punch al vino) y de suelo de arcilla (que aporta frescor) es notable y muy bien conseguida. El PH ronda los 3,30-3,35 y el alcohol, 14,5%, aunque la etiqueta no lo declara.
A copa parada, los tres viñedos muestran algunas características comunes: una fragancia grande, frambuesa fresca y penetrante, agua fresca, ligereza, orégano, tomillo. Entran en boca como un pequeño estilete que acaba explotando en el cerebro: ¡es el sotobosque, tonto! De los tres viñedos, a mí me sobrecoge Sant Antoni. Creueta es el más prioratino, donde la llicorella penetra mejor. Pero a mí me sobrecoge Sant Antoni. Huele a buqué "garni" y tiene todas las cualidades de sus uvas. Se compensan, gracias a la situación del viñedo, de una forma natural. Sant Antoni, sobre todo, lleva directo a 1976, que al cabo de dos horas sigue dando muestras de frescor (infusión de corteza de naranja) y vivacidad. Tienen la misma fruta, del mismo viñedo, han pasado por sistemas de vinificación parecidos y muestran resultados similares. Con 36 años de diferencia...De las tres fincas de garnacha que Ricard Rofes ha vinificado y embotellado por separado, Sant Antoni es la que vuelve, de forma más directa, a la tradición del Priorat. Dos pasos atrás para acabar dando un paso adelante. Esa es la lección que he aprendido. La garnacha, mayoritaria en 74-76 y, claro, en 2010, se vinificaba con raspón en depósitos de cemento abiertos porque este tipo de uva es rica en antocianos pero no en taninos. Los taninos se los aportaba el raspón, no las grandes maderas. Por otra parte, las barricas de 225L (82-91) hacen que la garnacha evolucione con demasiada rapidez, mientras que las maderas mayores permiten que las cadenas de polimeros sean más largas y el vino sobreviva más años y en mejores condiciones. Los tres vinos del 2010 me gustan, pero el de Sant Antoni es el que más me acerca a aquello que la garnacha recibía en 1974-1976, cuando els Cellers de Scala Dei empezaron a embotellar. Y creo que es un camino muy prometedor. Pequeñas lecciones de la historia...