En su ensayo La experiencia de leer (Alba Editores, 2000), C. S. Lewis distingue dos tipos de lectores bien diferenciados a los que él llama la “mayoría” y la “minoría”. Según el autor de Las crónicas de Narnia, el lector perteneciente a la “mayoría” se caracteriza, sobre todo, por leer los libros una sola vez. La finalidad que persigue al acercarse a la literatura es fundamentalmente lúdica (por ejemplo, para distraerse durante una enfermedad o unas vacaciones). Para él, la lectura posee un valor secundario en la vida. Se trata únicamente de una experiencia más y, por tanto, prescindible. Después de leer un libro, olvida con rapidez lo que ha leído. C. S Lewis termina concluyendo que este tipo de lector suele tener “mal gusto” literario. Por el contrario, el lector perteneciente a la “minoría” suele leer los libros varias veces. Como si estuviera enamorado, busca tiempo para leer en cualquier parte, incluso por la calle o en sus horas de trabajo. Piensa y reflexiona sobre lo que ha leído. La lectura es un valor esencial en su vida y, por supuesto, suele tener un gusto literario bien formado.
A partir del ensayo de C. S. Lewis, se podría hacer una nueva distinción entre lectores, clasificándolos en horizontales y verticales.
El lector horizontal se parece mucho a una flecha lanzada por un arquero. No se detiene demasiado en una obra. No tiene tiempo para meditar sobre ella. Está deseando llegar cuanto antes al final del libro, ya que otras novedades le esperan. En su mayoría se trata de lectores compulsivos, ávidos de aventuras o de sentimientos, que devoran las novelas con nerviosismo. Para ellos ser un “buen lector” equivale a leer mucho, es decir, “en cantidad”. No se fijan en la calidad de las obras sino en el grosor de las mismas. Además, se suelen poner exigentes planes de lecturas (X libros al año) o muestran orgullosos en su blogs las obras que tienen en su lista de espera. A este grupo de lectores pertenece la mayoría de los lectores juveniles que publican sus críticas en la Red.
El lector vertical, por el contrario, es mucho más lento. No lee tantos títulos al año, aunque la experiencia de leer también es muy importante en su vida. En realidad, el lector vertical se asemeja mucho a un explorador que se adentra en una profunda cueva. Cada vez que penetra en ella, descubre algo nuevo y distinto, algo que incluso el creador de la gruta desconoce. Por eso, al lector vertical le encanta releer los ejemplares olvidados y no le interesan tanto las novedades o estar al día. El lector vertical, en definitiva, tiene alma de poema. Le gusta pensar sobre lo que está leyendo y le da pena llegar al final de los libros. Se puede decir que este tipo de lector no abunda entre los lectores juveniles.
Sin embargo, lectura en horizontal y vertical no son conceptos antagónicos. En realidad son dos formas diferentes de acercarse a la literatura, que se alternan incluso en una misma persona. Unas veces leemos deprisa, en horizontal, sin que los libros dejen huella dentro de nosotros. Y otras veces, en cambio, leemos pasajes de novelas que no dejan de crecer en nuestro interior, siempre en vertical, como un gigantesco pez que se sumerge en las misteriosas aguas de la existencia.