La recuerdo en su jardín, cuidando esmeradamente sus plantas, las acariciaba con sus largos y huesudos dedos, las margaritas, geranios, pensamientos, lavanda y violetas daban color y olor a todo el entorno.
Me viene a la memoria con su sombrero bajo los tenues rallossol, en aquel precioso jardín, donde una ligera brisa hacía brillar y sonar los colgantes de viento anacarados, de finas conchas marinas, que caían de las esquinas del porche cercano provocando una sonoridad armoniosa, casi celestial. Y las cálidas tardes de invierno, con la chimenea encendida, ella tocando el piano mientras con sus amigos, todos ingleses, me sumergía en un agradable letargo con una taza de té con limón en mis manos.
Durante un año, quizás más, después de mis matutinas clases en una afamada academia en la céntrica y preciosa calle Larios de la capital malagueña, tomaba el autobús hacia su casa, hasta bien entrada la tarde; así cada día, me instruía en su idioma, su forma de ser, su cultura y su gastronomía. Aunque no hablaba español, hizo amistad con mis padres, con mi familia…..la recuerdo con especial cariño.
Ella ahora descansa en el Cementerio Inglés (San Jorge), el cementerio anglicano, situado en la avenida Pries, el primer cementerio protestante de España, construido en 1831
Un lugar con mucha historia, una de las primera tumbas que albergó el cementerio fue la Robert Boyd, un joven irlandés liberal que acompañó al General Torrijos, fusilado en 1831 en las playas de San Andrés; en el descansan los poetas y escritores Jorge Guillén y Gerald Brenan y su esposa, la escritora estadounidense Galme Woolsey, así como los militares norteamericanos fallecidos en las costas de Málaga durante la Segunda Guerra Mundial, así como las víctimas del naufragio del buque-escuela de la Armada Imperial alemana “Gneiseau”, que naufragó cerca del puerto de Málaga.
En Málaga la ley local prohibía los enterramientos de los no-católicos a la luz del día, y especificaba que debían ser trasladados a la orilla del mar a la luz de las antorchas y enterrados de pie en la arena, siendo dejados a merced del mar; William Mark, que había sido testigo de éstas prácticas, fue nombrado Cónsul Británico en 1824 se propuso obtener un pedazo de tierra que pudiera servir a la comunidad inglesa como cementerio. Finalmente, en 1829, las autoridades malagueñas cedieron una parcela para este fin. Fué el primer cementerio para uso de los cristianos no católicos de España.
Hoy en día, forma parte del legado histórico de Málaga.
Ella me enseñó su idioma, su cultura, su gastronomía……Quizás por todo ello ésta riquísima crema de origen y tradición inglesa me traslade a aquellos días tan lejanos en el tiempo y tan cercanos en mi memoria, el clásico “lemon curd”
¿Cómo lo hago? Ingredientes: 200 gr. de azúcar normal, el zumo de dos limones, cuatro yemas de huevo y 100 grmos. de mantequilla, ralladura de la piel de un limón (sin la parte blanca).
Los pasos a seguir: En un cuenco de cristal batir las yemas de huevo junto con el azúcar, la ralladura del limón, el zumo y colocarlo dentro de una cacerola con un poco de agua.
A fuego medio ir removiendo con cuidado de que no llegue a hervir la crema durante unos diez minutos aproximadamente, hasta que tenga una consistencia de natilla.
Apartar del fuego y pasar la crema por un colador
Añadir la mantequilla a temperatura ambiente, resblandecida e ir removiendo hasta que esté completamente integrada.
Dejarla enfriar en el frigorífico, donde perfectamente puede durar varios dias.
Ideal para rellenar pasteles o untar en galletas, tostadas….o sencillamente disfrutarla sin más…. En memoria de aquella gran señora, mi amiga, mi profesora, Miss Violeta E. Woolridge.