Para los forasteros, o la gente que contempla el espectáculo por primera vez, que niños pequeños suban a esas alturas arriesgándose a una caída, puede ser sorprendente y preocupante. Hace unos años que las organizaciones de “castellers“, las “colles” ya decidieron dotar a los más pequeños de cascos para la protección de sus cráneos. Un par de estudios realizados por pediatres y fisioterapeutas recogen la evidencia de que, a pesar de que las torres a veces caen, las lesiones son escasas. De hecho, comparadas con otras prácticas deportivas infatiles, son menos en número y gravedad.
En los castells, como en el futbol o el atletismo infantil existe el riesgo de lesiones que, aunque pueden variar desde rozaduras y contusiones leves hasta lesiones cerebrales y de la médula espinal, la mayoría están en algún lugar entre esos dos extremos. Algunos de los tipos más comunes de lesiones son:
Torceduras y esguinces, roturas fibrilares, por trauma directo.
Lesiones en las placas de crecimiento, lesiones por movimientos repetitivos, como fracturas de estrés y tendinitis por el efecto sumatorio de esfuerzos repetidos.
Problemas relacionadas con el calor, como la deshidratación o el golpe de calor.
Los niños no van a ser siempre conscientes del riesgo a que se someten, y por ello es esencial que los adultos, monitores, entrenadores, maestros, etc., estén pendientes y alerta para prevenir los efectos indeseables de la actividad física.
Pero a fuer de honesto y en el mundo actual, si algo resulta preocupante de la actividad física de los niños, hoy día, es su escasez o ausencia. Mejor unos cuantos porrazos y caídas que la obesidad, el sobrepeso y la falta de agilidad en los niños.
X. Allué (editor)