Caperucita
Yo estuve dentro del calor del lobo.
Su carne respondía a mi tacto con tímidas contracciones, me humedecía la piel como una casita hecha de lenguas.
Cada pequeño movimiento suyo repercutía en toda la atmósfera: la oscuridad era rosa por dentro, el sueño de la carne;
su corazón era un sol de sonido.
Habría sido feliz si me hubiera digerido convirtiéndome en uno más de sus sentidos;
navegando en su sangre, pulso húmedo contra la sequedad del tiempo.
Nada basta cuando se ha estado dentro, cuando la caricia devora los sentidos, cuando el dolor multiplica la carne.Si quieres seguir leyendo, visita Librohólic@s. :)