Sabíamos de antemano que Todos los días de mi vida (2012) es una película para "liberar energía", lo que no esperábamos es que fuera un drama tan mal escrito y tan mal rodado que no nos permitió ni siquiera liberar energía. Nos está bien empleado, por bajar tanto el listón y dar por sentado que la mera presencia de determinados ingredientes dará siempre un buen resultado.
Una mujer, debido a un estúpido accidente, pierde la memoria de los últimos cinco años de su vida, de modo que recuerda perfectamente a su antiguo novio (al que dejó plantado contra todo pronóstico), pero no tiene ni idea de por qué se peleó con sus padres ni quién es ese tipo que dice ser su amante y sensible marido. Además, como no hace mucho que se han casado, están todavia inmersos en la Fase 1, así que su sufrido esposo se encuentra ante el bonito --y ciertamente poco habitual-- reto de tener que volver a enamorar a su mujercita. Si, por el contrario, hubieran llevado unos cuántos años de convivencia --ya en plena Fase 2-- el mismo enredo habría dado para una ácida historia sobre las posibilidades cómicas de olvidar esas cosas de tu pareja que te sacan de quicio, incluso para asegurar a tu mujer de que en realidad manteníais una relación abierta...
Pero no, Todos los días de mi vida opta por el drama inesperado y sensiblero, y antes de llegar a la hora de película ya estás removiéndote en la butaca y haciendo comentarios sarcásticos en voz baja. El argumento no da ni para comentar detalles o alargar el texto, así que recomendaré que se evite a toda costa y me autoimpongo penitencia por no haber sabido interpretar las evidentes señales que me advertían del peligro. Amén.