La alta o baja cohesión entre un grupo de personas suele notarse en la intensidad del llamado “sentimiento de pertenencia” a un proyecto, una química resultante de compartir un mismo “destino” y unos “gustos” parecidos en la forma de viajar hacia el mismo.
Cada modelo de “teambuilding” lo cuenta a su forma. Una forma no muy diferente de la que aquí puedes encontrar en otros posts: buscando sentido a todo lo que se hace, utilizando bien el feedback, facilitando conexiones, madurando el proceso de toma de decisiones, resolviendo bien las controversias, etc. En definitiva, desplegando aspectos que no solo quedan en manos de lo que clásicamente se ha llamado “el líder” sino que son ahora responsabilidad de todos: un conjunto de pequeños matices que crean condiciones para la cohesión… y para la eficacia.
¿Es esto suficiente para que un equipo esté cohesionado?
Compartir unos valores y unas formas
Cada una de las claves de la cohesión tienen algo de técnico, es decir, se trabajan mejor con algo de conocimiento y metodología. Pero estas no son más que la punta de un iceberg que resulta ser más o menos consistente en función de cómo de compartidos sean determinados valores.
Hay veces que se da un “alineamiento de astros” y un equipo resulta estar bien cohesionado porque quien ha hecho la selección de personas ha tenido en cuenta determinados valores a modo de filtro. Sin embargo, lo más habitual suele ser pensar que los compartimos y que no sea así ya que por detrás de los mismos valores suele haber interpretaciones diferentes sobre cuál debería ser su traducción y, consecuentemente, actuaciones distintas que afectan a la cohesión.
Un reto especial -que no hay que olvidar por su actualidad y porque es menos conocido- es el de la búsqueda de cohesión en las redes, las cuales se cohesionan de una forma diferente a los equipos.
La “agenda” de la cohesión
Con todo esto, si quieres contribuir a favorecer la cohesión entre el grupo de personas con el que trabajas, además de promover actividades informales fuera del horario laboral, podrías considerar incluir en tu agenda algunas actividades de este estilo:
- Definir y acordar valores, revisarlos periódicamente y actualizarlos. Aquí puedes encontrar unas pautas sencillas para desplegar esta actividad.
- Mencionarlos y recordarlos cuando haya ocasión y sea apropiado: conectando lo que pasa con nuestros valores, preguntando por cómo de coherentes andamos con ellos… y haciéndolos presentes en cosas cotidianas. Una forma, por ejemplo, de hacer esto último es acordando unas formas de actuación al inicio de cada proyecto y dando así un lugar a los “cómos” junto a los “qués”. Sería algo así como un “acuerdo de valores” en el que se podrian incluir referencias concretas a cómo nos vamos a comunicar (mail, teléfono, etc.) y a cuestiones de actitud tales como:
- Mostrarse presentes
- Tomar los retos voluntariamente
- Prestar atención
- Decir “la verdad” de cada uno
- Mostrar una mente abierta
- Contribuir a crear un entorno seguro
- Identificar comportamientos y hábitos coherentes con los valores y ponerse un plan personal para avanzar en ellos.
- Buscar que los proyectos faciliten la relación entre personas de distintos ámbitos y niveles.
- Favorecer la formación en competencias relacionales -dirección de reuniones, escucha activa, gestión de proyectos…- y acordar pautas de actuación que sean coherentes.
- Proponer celebrar los éxitos y los avances resaltando los logros de personas y equipos.
¿Quién da más?