Literatura y existencialismo

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

La insoportable levedad del ser es entendida por su autor como el ahondamiento en la existencia humana de los personajes de esta novela, más allá de consideraciones filosóficas.

Ahora bien, ¿dicha novela es tan distinta a otras expresamente filosóficas y existencialistas como La náusea de Sartre o tiene que ver con cuestiones referentes a las filosofías existencialistas de su época?

Según el existencialismo de Sartre, somos una pasión inútil, actuamos y queremos ser de una manera, y nunca llegamos a ser nada fijo.

Por parte de Sartre, somos nada, nunca tenemos una manera de ser determinada como los demás seres con sus instintos, composiciones químicas y demás formas de ser ya fijadas.

Condenados a la libertad, a cada momento podemos actuar de una forma y ser de una concreta manera para al momento siguiente poder elegir actuar de otra manera y ser diferente. Siempre en potencia, nunca llegamos a una manera de ser, pese a tender a ello con nuestros proyectos y eso nos deja en un vacío inquietante que nos angustia.

Somos contingentes, efímeros, nuestra manera de ser es volátil y podríamos buenamente no existir sin que importe. La vida no tiene objeto, todos nuestros proyectos no conducen a hacernos ser algo. La vida, así, es absurda y saber eso puede hacer que nos revuelvan las tripas, conduciéndonos a la náusea. Toda vida es innecesaria, toda es inútil. Nuestro vida carece de relevancia, no tiene peso en el mundo y así surge lo que Kundera llama la insoportable levedad del ser: sentir que la vida carece de peso, interpretar que la existencia no tiene importancia. Los personajes de Kundera viven en éste sentir de que la vida es contingente, irrelevante, absurda y sin peso.

Siguiendo con este aparente hilo común, la libertad de la que habla Sartre y de la que acusa de responsabilidad, se proyecta en el mundo. Un mundo construido con la actuación de cada uno y en coexistencia con las otras personas, el infierno de Sartre. Infierno porque nos encontramos con otros sujetos que nos miran desde su posición de sujeto, nos miran como si fuéramos objetos, objetos de conocimiento de su conciencia aunque sea. Sujetos llenos de intereses que nos ven como objetos y que, potencialmente, pueden utilizarnos para satisfacer sus aspiraciones particulares y proyectos. La intersubjetividad es complicada y, en la mayor parte de las sociedades, se deja de lado.

Así, constantemente amenazados y, a veces, utilizados, la coexistencia se vuelve dura y el mundo acaba convirtiéndose en una lucha de intereses, una lucha por el poder, por poder hacer más cosas, por tener más. Se conforma un mundo hostil en el que todo es absurdo, en el que la vida es absurda y en el que la sociedad sirve a intereses y no a personas.

Como indica Camus, la vida y el mundo carecen razón de ser. En la vida, se sirve a la producción ciega, que se reduce a producir por producir, y el trabajo se parece a la tarea encargada a Sísifo: levantar una piedra hasta una cima hasta que caiga allí y se deba volver a alzar de nuevo. Todo intento por sustraerse de este absurdo puede ser visto como una forma de resistir, pero al final solamente es un aguante, un soportar la angustia y la náusea del absurdo. La existencia se limita a una serie de subterfugios para soportar la vida.

Schopenhauer una vez escribió que el optimismo es un cruel y duro sarcasmo teniendo en cuenta la realidad que hay que vivir. Esto es lo que nos indican todos los existencialismos y no parece que haya réplica posible. ¿Acaso hay algo que niegue el absurdo de la vida y pueda revocar las palabras de Schopenhauer?

-Camus, A. (2006). El mito de Sísifo. Madrid: Aguilar. -Kundera, M. (1985). La insoportable levedad del ser. Barcelona: Tusquets. -Sartre, J.P. (2008). La náusea. Buenos Aires: Losada. -Sartre, J.P. (2005). El ser y la Nada. Buenos Aires: Losada.