Las personas que estamos medicadas e inmunodeprimidas no podemos exponernos a los rayos UVA, ya que nuestra piel está fotosensibilizada y más expuesta a desarrollar cáncer de piel.
Así que una de dos, o me compro un buen autobronceador o dejo mi piel que se vaya bronceando poco a poco. El problema del autobronceador es que tienes que extenderlo muy bien para que no quede a parches, desaparece al cabo de unos días y no desaparece de modo uniforme. Si sudas, el color va desapareciendo de las zonas más húmedas. Así que hay que estar aplicándoselo a menudo.
Otra cosa que retrasa mi bronceado es que aguanto muy poco el sol. Recuerdo hace muchos años que podía estar tumbada en la arena como las lagartijas y no me molestaba para nada. Ahora, cuando voy a la playa, no sé como ponerme y no paro quieta; al final acabo acaparando la sombrilla y entrando y saliendo del agua cada cierto tiempo. Y por supuesto, con un protector solar alto (hablaré más adelante de la forma de aplicarse los protectores solares).
¡¡ Y que decir de la arena !!. Si voy a darme un chapuzón tengo que ir pegando saltitos porque está que achicharra y luego a la salida más de lo mismo. Creo que tengo unos pies demasiado sensibles, porque miro a los demás bañistas y están tan tranquilos, y yo buscando como loca un poco de arena fresca donde enterrar mis ardientes pies.
En fin, este verano,como los anteriores, huiré del sol; aunque procuraré buscar algunas horas de menos fuerza solar para cambiar un poco mi color blanquecino por una tonalidad un poco más bronceada.
Ana Hidalgo