Uno de los alicientes para comprarse un coche eléctrico son las ventajas económicasque conlleva. Si, es mucho más caro que uno similar diésel o gasolina, pero a cambio existen muchas contraprestaciones.
Entre ellas, podemos destacar las subvenciones a la compra estatales, autonómicas e, incluso, locales; la rebaja o exención del impuesto de circulación; la gratuidad, en la mayoría de los casos, del ticket de aparcamiento en zonas azules o verdes; puntos de recarga de electricidad gratuitos; las ayudas que se reciben a la instalación de puntos de carga en los domicilios o la autorizaciónpara poder circular por el centro de las grandes ciudades siempre que se desee. Todo son ventajas y alicientes para que nos pasemos al coche eléctrico. ¿Será para siempre así?Ni por asomo. Mientras los coches eléctricos apenas representen el 1% del parque automovilístico total, los políticos pueden fardar de ser los más ecológicos del planeta, “regalando” (con nuestro dinero) todas las ventajas inimaginables a los compradores concienciados. Pero, ¿qué ocurrirá cuando el porcentaje aumente al 10%, al 25% o al 50% como nos venden desde las altas esferas? ¿Imaginan a un político tipo Manuela Carmena (hasta nunca) ingresando la mitad de impuestos que ahora? ¿O a un gobierno soltando 5.000 eurazos por cada eléctrico cuando se lleguen a vender un millón al año? ¿O a una compañía eléctrica (que no son precisamente hermanitas de la caridad) instalando medio millón de puntos de recarga en domicilios de forma gratuita? Yo no. El negocio, precisamente, estará ahí. Y no es una cuestión que pasará en un futuro más o menos lejano; ya está pasando.