Empiezo este post con una bizarra confesión. De ese modo, te evito las miles conjeturas posteriores que podrías realizar sobre mi extraña forma de proceder, Para que quede virtualmente registrado: tengo un extraño fetichismo con los sillones. Desde que tengo memoria es un objeto por el que siento una atracción inexplicable racionalmente. Amo los sillones. Todos los sillones del mundo. Pero siento especial atracción por los sillones simples y rectos. De aspecto sólido y contundente. Si son grises mucho mejor. De hecho, cada vez que tuve que elegir un sillón para mi casa lo sentí como un proceso complejo y comprometido. Más difícil que elegir la persona para compartir mi vida. Elegir a no-marido fue relativamente sencillo: es un hombre, no tienen demasiado secreto. Elegir el sillón perfecto...es otro tema.
Porque...¿cómo se elige el sillón perfecto?
- Es una decisión delicada con la que tendrás que convivir diariamente por los próximos años.
- Es una de esas compras significativas que no tienen un presupuesto anual o la posibilidad de un divorcio de un día para el otro.
No, la cuestión con el sillón perfecto es bastante más seria. Hay que pensar con calma. Teniendo en cuenta las medidas ideales para mantener el balance del cuerpo mientras miramos una película o nos sentamos a escribir en la computadora. Porque si es muy bajo, te mata las cervicales. Si es muy duro, te destroza la columna entera. Si es demasiado blando, te hundís y que traigan una grúa para levantarte de las profundidades. No es juego encontrar la densidad adecuada en el mueble estéticamente más adorable. No puede ser una decisión impulsiva como las que se toman en los enamoramientos adolescentes repentinos. La elección de un sillón es un tema serio.
El va a ser protagonista absoluto de tu living. Va a recibir a tus visitas, a contener las charlas con tu familia, como testigo de los momentos de ocio -esos pocos momentos en los que te podés despatarrar a mirar la televisión- y es probable que sea el escenario de decisiones trascendentes. Los sillones no son muebles señoras, son miembros de la familia. Por eso es tan complicado elegirlos y si vivís en un país en el cual la oferta es limitada y costosa (un huérfano de IKEA) ni te cuento. Elegir el sillón perfecto fue la odisea de esta desmesurada mujer en las últimas semanas y, como toda travesía que se precie, terminó en tragedia. O en tragi-comedia, depende de la forma en que prefieras mirar la realidad.
Lo cierto es que, como consecuencia de la mudanza, mi madre decidió vender su sofá de tres cuerpos. El mismo que debés haber visto en varias fotografías de mi living. No era un sillón cómodo y aunque no tiene ese estilo minimalista y recto que tanto me gusta, funcionaba bien con sus fundas grises. Ergo: había que comprar un sillón. Eso sentarnos a compartir un pouf, no funciona en mi familia. Tenía poco tiempo y no quería esperar a disponer de un par de días libres para recorrer mueblerías y locales de decoración, no sólo porque me aburren este tipo de locales sino porque seguramente iban a descolocarme la mandíbula con la secuencia de ceros en el precio. Entonces tomé una decisión desmesurada: compro el sillón por Mercado Libre, ¿qué puede pasar? No sé si notaron, pero en mi caso, cada vez que me pregunto qué puede pasar y conjeturo respuestas varias...seguro que me pasa algo peor. O al menos muy inesperado para mis esquemas de pensamiento. Además, si al apuro le sumamos una necesidad de no gastar demasiado...estamos hechas.
Te ahorro el resto de la anécdota: basta con decirte que el día de la entrega, me escribieron un mensaje de texto para preguntarme de qué color había pedido el sillón. En ese momento, la interrogante se convirtió en certeza: lo que puede pasar va a pasar. Y así es como una desmesurada aprende sobre mindfulness, aceptando las circunstancias del presente y el fluir de los pensamientos y las emociones como parte de la armonía universal. Te cuento que ninguno de los pensamientos y las emociones que experimenté cuando recibí el dichoso sillón, pueden reproducirse en este espacio de forma literal. Observé el presente, me hice cargo de él y ahora, toca sacarle el mejor partido posible a este nuevo miembro de la familia, porque no será perfecto pero es nuestro.