¿Cuántas veces has comido por no quedar mal? ¿Por pena a decir que no?
Caso uno: estás en casa de tu suegra y al terminar tus taquitos, te dice que si quieres otro. Tú respondes que no gracias, pero ella insiste y ¡zaz! cuando menos lo esperas ya te sirvió otros dos tacos y como es tu suegra, pues te los comes.
Caso dos: estás en una reunión de amigos o familiares y aunque acaban de terminar de comer, la anfitriona saca un platito con cacahuates. Todos empiezan a comer y pues como los tienes enfrente, tú también.
Caso tres: vas a un restaurante con tus compañeros de trabajo o clientes, y aunque ya estás lleno ellos insisten en que comas más, por ejemplo, en que comas otro taco, otro coctel de camarón u otro tequila, te dicen que no seas aguafiestas, y tú, comes o bebes de más.
Caso cuatro: vas al cine y aunque no sientes hambre como tu novia te dijo que ir al cine sin comer palomitas es inconcebible acabas comprando palomitas, refresco…y pagándolo.
Caso cinco: vas a un restaurante con la familia. Tus hijos no se terminan lo que pidieron y ni modo de dejar el plato casi intacto, entonces tú acabas comiéndote todo lo que ellos dejaron.
¿Te suenan conocidas algunas de estas situaciones?
Dado que comer es un acto social, la influencia que tienen otras personas sobre nuestras conductas alimentarias es muy grande. Aprendimos cuánto comer, a qué velocidad y en qué ocasiones de los hábitos de nuestros familiares y amigos. Estamos acostumbrados a demostrar afecto a través de la comida, a tomar decisiones sobre nuestra vida personal y profesional en la mesa de un restaurante. Celebramos y calmamos la tristeza con ciertos alimentos. Todo esto hace que los alimentos y el acto de comer tengan una gran carga emocional y un rol en nuestra vida social.
Pero, por el bien de nuestra salud, es importante poner las necesidades de nuestro cuerpo como prioridad máxima.
- Aprende a decir que NO. Algo que a mí me ha servido mucho es comprender que cuando dices que NO también estás diciendo que SI. Por ejemplo, al decirle que no a comer de más, le estás diciendo que sí a tu salud y a un peso saludable.
- Pregúntate si realmente tienes hambre y no comas nada más porque los otros lo hacen.
- Deja de ser un changuito. Es decir, deja de imitar a los demás. No porque los otros lo hagan tú también lo tienes que hacer.
- Apréndete esta frase: “El que elige la conducta, elige la consecuencia” y piensa en la consecuencia antes de actuar. Por ejemplo: si eliges comer demasiado, también eliges las agruras, el sobrepeso y el remordimiento de conciencia.
- Practica el Hara Hachi Bu.
- Conviértete en un ejemplo saludable. Demuéstrale a los demás lo bien que te sientes (y ves) cuando eliges conscientemente qué y cuánto comer. El entusiasmo se contagia. Sé factor de cambio.
- ¿En qué situaciones han sentido presión social para seguir comiendo?
¿Qué hacen para decir que no?
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