Hay días en los que se levanta uno especialmente sensible y solo tiene ganas de dar las gracias, por todo lo bonito que le rodea y por lo que vendrá, seguro, porque cuando uno tiene cerca gente buena no pueden ser las cosas de otra manera.
Quiero a mi familia, que es peculiar pero bonita, y no es perfecta, claro que no, pero entre todos hemos aprendido a estar por encima de todas nuestras imperfecciones. Somos cabezotas, muy trabajadores, hablamos a veces demasiado alto y otras somos excesivamente discretos, o callados, pero también echamos una partida de rumi todas las tardes y nos ayudamos los unos a los otros con todo lo que se nos pone por delante.
Quiero a la persona que tengo al lado, que me cuida y me mima y me hace sentir que soy importante para él, me mira a los ojos y me abraza y sé que si estoy cerca suyo, todo pasa. Yo espero también significar lo mismo para él. Me hace creer en el presente y en el futuro, y con él siempre me salen las palabras.
Quiero a mis frikis, son todas tan distintas y tan valientes… hemos pasado por tantas cosas juntas que sin duda no puedo por menos de admirarlas. A todas. Ha habido enfermedades, rupturas, enfados, muchísimos kilómetros de por medio y por encima de todo un “frikis, ¿qué hacemos?” que nos volvía a juntar en Bérgamo, en Malta, en Gerona, en Villaverde o donde fuera.
Quiero a mis amigos, me encanta hablar con ellos de libros y de destinos para viajar, echarnos una bachata o unas judías, qué más da, crecer juntos, aconsejarnos, compartir cualquier tema de conversación, aunque sean dolores de articulaciones u horas de trabajo o de sueño. Echo de menos a algunos, pero los quiero igual.
A todos, sin ninguna excepción, me gustaría dedicarles estas palabras de Frida Kahlo, para que si se pasan por aquí se lleven una sonrisa y si no, que no se preocupen, porque también se lo diré sin pantalla de por medio.