Lo sostenible es demasiado caro – salidas de la dicótoma caro vs. barato

Por Valedeoro @valedeoro

“Si un producto cuesta menos que sus partes, entonces alguien más ha pagado por ello. Con su salud, su bienestar, o su independencia”
(mi madre, aunque probablemente ella también lo aprendió en alguna parte)

Soy una consumidora bastante exigente. Como cada Euro gastado es un voto, intento votar con el máximo de conciencia. No quiero que una multinacional se enriquezca porque he comprado ropa fabricada en la India bajo condiciones sospechosas (aunque le pongan “diseñado en Francia”). No quiero apoyar una cadena de juguetes de plástico que divide sus departamentos en rosa (para chicas, lleno de accesorios de belleza y cocina) y azul (para chicos, los únicos que pueden tener una caja de experimentos químicos).

Así que busco mis alternativas. Me cuesta más dinero, porque tengo manía de cuestionar todo. Pero también me cuesta más dinero cada compra. La ropa de algodón ecológico que venden en la tienda del barrio tiene su precio. Los juguetes de madera con sello FSC (que no se hayan tallados ilegalmente en la amazonia) tienen su precio. Las rosas de comercio justo tiene su precio. Y los zapatos de cuero de vacas felices también tienen su precio.

Y esta es la diferencia para mi. No son caros o baratos. Tienen su precio. Y es un precio justo.

Cuando me decido por los productos convencionales, el precio debería ser el mismo. Pero en este caso no lo pago yo. Lo paga otra persona, de una forma u otra.

La ropa de algodón convencional es responsable por grandes campos envenenados en África donde ya nada más puede crecer. Además los pesticidas acaban en el agua potable y tienen efectos novicios sobre la salud.
Los juguetes de plástico que mi primo se mete en la boca contienen ftalatos, una sustancia altamente tóxica pero muy barata  y muy útil en la producción del plástico. Además estos juguetes se rompen más fácilmente y acaban en los vertederos, sumándose al problema del plástico.
El cuero para zapatos convencionales ha sido preparado con tintes y baños tóxicos además de proceder de vacas que no han visto la luz del día jamás. Estos procesos de producción no sólo tienen un efecto negativo sobre las vacas, sino también sobre las personas que tienen que trabajar con ellos.
Las rosas convencionales, generalmente proveniente del Ecuador se cultivan en condiciones muy precarias para las trabajadoras (en su gran mayoría mujeres), trabajando 14 horas al día sin ni siquiera guantes para aguantar las espinas.

No me parece justo que otra persona tenga que pagar por mi consumo con su tierra, su salud, sus oportunidades de educación, o sus recursos. Y si tener productos “baratos” significa esto, entonces no estoy interesada.

Prefiero pagar un precio justo para que otros también tengan una oportunidad.


Foto: noesunjoc / flickr


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