Longoni: Fotografías que desmenuzan el tiempo

Por Civale3000

Por Eduardo Longoni*

La noción del tiempo me atormentó desde la infancia. No podía entender cómo a mis padres les parecía que el año había pasado “volando? si a mí me había resultado eterno y tedioso. No me daba cuenta que empíricamente empezaba a comprender que la idea del tiempo solo es única y perfecta en la cabeza de aplicados relojeros suizos. Para el resto de los mortales hay múltiples tiempos, los interminables tiempos de la espera, los fulminantes segundos previos a un accidente, las morosas horas de la siesta en la niñez.


Recorrer los oscuros pasillos de la Cartuja San José en Deán Funes apenas surcados por monjes encapuchados y dejarme llevar por los cantos gregorianos que entonan por las madrugadas, me condujo siglos atrás. A un tiempo que nunca viví, pero al que me sentí transportado por la atmósfera medieval. Sentir cómo en Casabindo cada 15 de agosto se parece al anterior y al anterior del anterior, hasta remontarse a los años de la conquista. La mezcla de catolicismo y costumbres de la Puna se traduce en sacrificios de animales en honor a la Virgen y una corrida de toros en una plaza amurallada. Sus pobladores repiten el rito como si los días, los meses y los años no tuvieran lugar.


Y en lo que fue la Villa Epecuén tapada por las salitrosas aguas de la laguna ver ahora, tras la bajante, que sólo quedan esqueletos de casas, troncos de árboles pintados de sal y Cristos lastimados desprendidos de las lápidas del cementerio de Carhué. El pueblo vivió años sumergido y fue entonces cuando detuvo su pulso por completo. En la colonia menonita de Gautraché, por el contrario, siempre falta el agua, por sus calles polvorientas sólo pasan carros tirados por caballos, y en los establos pude observar que aún se ordeñan las vacas a mano, no se escucha música y cuando llega la noche a las casas las traga la oscuridad.

No hay electricidad, no hay motores, hay un férreo apego a una cultura y a unas costumbres que no sufren cambios desde generaciones inmemoriales.
Los diablitos de la quebrada son el carnaval. Nada da comienzo si ellos no llegan. Pero también representan las dos caras de la fiesta, el descontrol, y la tristeza. Participé de una de las invitaciones que le realizaron a la comparsa “Los alegres de Uquía? a una casita de adobe colgada de la montaña. La celebración pagana, la Pachamama, la chicha y el baile, la religión católica, fueron formando por siglos una amalgama que se mantiene a través de los tiempos. Esos tiempos que parecen detenidos en estas historias que se entrecruzan a la distancia, desparramadas por la geografía del país.
Tiempos sin tiempo, destiempos.

*Eduardo Longoni es un prestigioso fotógrafo argentino que el miércoles 9 a las 7pm inaugura su muestra Destiempos en FOLA, Godoy Cruz 2626.  Longoni convierte sus crónicas seriadas en proyectos de arte. Fue pionero en la creación tanto de agencias fotográficas como de muestras fotográficas de reporteros. Es notable su trabajo como editor de libros de fotografía entre los que se incluye el que reúne  las obras de esta muestra editado por Ediciones Lariviere en 2013. Más sobre él en este link .