Una mirada impertinente, insolente. Un guiño a quien no tiene voz. O más bien a quien no tiene quien se la publique. El coronel no tiene quien le escriba y algunos lectores, tampoco. Algo así debió de pensar Lorenzo Silva cuando se puso teclas a la obra con Niños feroces (Ed. Destino), una novela metaliteraria en la que un joven aprendiz de escritor pone voz al drama de los niños devorados por la verocidad de las batallas, desde la Segunda Guerra Mundial hasta los eufemísticos "conflictos armados" de Irak y Afganistán.
Silva es uno de los escritores de moda. Por cómo escribe y por cómo lo vende. Sabe que Internet no es el futuro, sino el presente más inmediato, y por eso hace constantes guiños a la Red y sus acólitos. Y de ahí la puesta en escena de la presentación de Niños feroces, un café literario con bloggers y periodistas de medios digitales.
A las primeras de cambio, Lorenzo confiesa: "Este libro no lo habría podido escribir sin Internet. En la Red se puede recabar información muy precisa y muy profunda al instante", datos concretos que se necesitan para dar consistencia histórica al relato y vestirlo con ese traje de veracidad tan imprescindible cuando se escribe sobre escenarios y momentos que han existido más allá de la imaginación del autor.
Más razones de Lorenzo Silva para abanderar la causa de Internet: "Antes la relación con los lectores era algo muy somero; el retorno consistía en lo que pudiera decir de tu obra el crítico o el profesor. Ahora, en cambio, los propios lectores te transmiten sus opiniones en las redes sociales, en foros o a través de sus blogs".
Como ahora, que se arriesga a decir que Niños feroces es una "novela experimental", aunque él mismo reconoce que semejante adjetivo pone los pelos de punta a los editores, a algunos críticos y a bastantes lectores. Rotundo, Silva afirma que "una novela lo último que debe ser es un coñazo" y, cuando se pone a repasar los atributos de su última obra, reconoce que en ella ha "cuidado mucho el ritmo, la fluidez y la comunicabilidad en la narración".
A primera vista, Niños feroces se antoja como un escalón superior, una continuación metafórica de los numerosos cursos de narrativa que imparte Lorenzo Silva: Lázaro quiere escribir y Lázaro le enseña. Lázaro alumno, Lázaro maestro. Y ambos se abren los ojos mutuamente. Y Lorenzo nos los abre a nosotros: nada de pensar que lo que se escribe en la Red son escritos menores. O no todo: "Hay mucha gente que escribe en España. Internet se ha convertido en una forma de comunicación escrita que hace que uno se exprese con cierta gracia", porque los textos online suelen ser cortos y en ellos hay que tener chispa para enganchar al lector; y quizá por eso "la poesía o el relato, que han sido siempre editorialmente los parientes pobres, en Internet funcionan mucho mejor".
Se acabó el tiempo. Se enfrió el café. Lorenzo mira la Blackberry y el iPhone. Le esperan en una entrevista. Y en unos días, en una experiencia de lectura en la nube. Y en Twitter. Y en Facebook. Sus niños son feroces y su ubicuidad cibernética, también.
Publicado en Diariocrítico.
Fotos: Prime Time Comunicación.