Preguntarnos cómo interpretaban la realidad nuestros antepasados nos obliga a hacer un ejercicio de imaginación y empatía importante.
Supongo que ante la carencia de explicaciones científicas, el hombre tenía que responder a las “grandes preguntas” del ser humano con argumentos basados en la fe. Las respuestas desde el punto de vista de la religión no necesitan comprobación empírica, o te lo crees o no te lo crees. No hay más.
Yo no soy practicante pero he recibido una educación religiosa y me gusta reflexionar de vez en cuando sobre este tema. Siempre me ha llamado la atención el concepto de pecado, aunque tengo claro que se “inventó” como forma de contención social. Una manera básica y sencilla para que los hombres entendieran que no podían hacer lo que les viniera en gana a cada momento, y sin pensar en las consecuencias. El pecado servía para justificar una “penitencia” o “castigo” a las necesidades individuales y conseguir con ello el control de la conducta por el bien de la convivencia social. Servía, en definitiva, para fomentar la auto-conciencia y el auto-control.
Han pasado más de 2000 años desde que surgiera el cristianismo, y aún así, en nuestro mundo desarrollado y ultra-moderno, podemos encontrar algunas analogías entre el conocimiento primitivo de entonces y el de ahora. Yo las he encontrado entre los 7 pecados capitales y algunos trastornos clasificados en el manual DSM-IV-TR, la “biblia” de todo clínico de la psicología que se precie.
Antes de empezar con el análisis tengo que aclarar determinados conceptos básicos, para que no malinterpretéis mis palabras.
- Los pecados eran considerados vicios. Desviaciones de la conducta humana que llevaban al descontrol de la misma y a la corrupción del alma.
- Los pecados capitales se denominaban así, no por la magnitud del pecado en sí, sino porque eran el comienzo de un desencadenamiento de otros “vicios”. Se asumía que la persona, por su naturaleza humana (y no divina) estaba inclinada a ceder a las tentaciones que le llevaban a cometer (o a caer) en tales vicios. Es decir, distorsiones de la conducta moralmente aceptable que evitaban la adecuada socialización.
- Los trastornos psicológicos, se pueden concebir como desviaciones de la conducta “normal” o funcional. No quiero dar a entender con este artículo que comparo los términos “pecado” con “trastorno”, nada más lejos de mi intención. Sino que me ha parecido curiosa la manera de explicar la conducta humana “anormal” en una y otra época.
Entendida como enfado no controlado. Podemos encasillar dentro de esta categoría los trastornos siguientes:
- Trastorno explosivo intermitente: la persona tiene dificultades para controlar sus impulsos agresivos. Muestra una agresividad a través de conductas violentas relacionadas con la conducta destructiva.
- Trastorno disocial: es el caracterizado por manifestar una conducta violenta persistente y repetitiva, contra personas, animales y cosas; agrediéndoles y destruyéndolas. La persona se muestra en contra de las normas sociales establecidas.
- Trastorno negativista desafiante: de inicio en la adolescencia. La persona se irrita fácilmente y molesta deliberadamente a otras personas. Se muestra hostil y desafía activamente la autoridad y las normas.
Entendida como el escaso control de los impulsos relacionados con el consumo, tanto de comida como de otras sustancias. Con este pecado se relacionan los siguientes trastornos:
- Trastorno de pica: se caracteriza por la ingesta persistente de sustancias no nutritivas para la persona (tierra, tiza, papel…)
- Bulimia: la persona que lo padece realiza lo que denominamos coloquialmente “atracones”. Se basa en la ingesta de grandes cantidades de alimento en un período de tiempo corto. Está asociado a altos niveles de ansiedad y a un estado depresivo subyacente.
- Trastornos relacionados con el consumo y abuso de sustancias: alcoholismo, drogadicción y consumo de estupefacientes. El consumo conlleva a un deterioro significativo de todas o muchas de las áreas vitales de la persona.
Entendida como codicia. Querer abarcar y acumular más de lo que se necesita. Son afines a este concepto los siguientes trastornos:
- Síndrome de Diógenes: la persona que lo padece acumula objetos de manera compulsiva, en un espacio (normalmente su casa) que termina siendo insalubre e inhabitable.
- Cleptomanía: hurtar objetos que no se necesitan ni por uso personal ni por su valor económico. Se caracteriza por la dificultad para contener el impulso de robar.
- Juego patológico: necesidad irrefrenable de jugarse el dinero. Cuando se pierde la cantidad jugada se vuelve a jugar para intentar recuperar la pérdida. Aunque no se trata exactamente de querer enriquecerse a través del juego, al inicio del trastorno sí se relaciona con el deseo de “ganar dinero de manera fácil”.
Entendida como compulsión y escaso control de la conducta sexual.
- Con este pecado se relacionan los trastornos sexuales que tienen que ver con las parafilias. Como la pedofilia (excitación sexual con menores de edad), el exhibicionismo (la necesidad de mostrar los genitales a extraños para excitarse) y el frotteurismo (la excitación surge cuando se toca o roza a alguien en contra de su voluntad).
Entendida como la falta de ánimo para emprender actividades.
- Este pecado lo podemos relacionar con los estados depresivos, tanto con la depresión mayor como el trastorno distímico. En dichos trastornos la persona muestra una melancolía constante y una disminución significativa de las actividades que antes solía realizar. En estos trastornos son típicos los síntomas relacionados con la hipersomnia (aumento de la necesidad de dormir), la falta de energía y la fatiga constante.
- También podemos relacionar algunos trastornos del sueño, como son la hipersomnia primaria (somnolencia excesiva que impide el desarrollo de las actividades diarias) y la narcolepsia (ataques de sueño repentinos que producen la alteración del ritmo vigilia-sueño)
PECADO 6: ENVIDIA
Entendida como la fijación del foco atencional en las propias carencias, y en las cualidades o bienes que otros poseen, comparándose contínuamente con ellos.
- Dentro de esta clasificación podemos encuadrar la vigorexia (obsesión por alcanzar más tono muscular) y la anorexia (obsesión por adelgazar), que aunque podríamos relacionarlos con los trastornos de la conducta alimentaria, las personas que los padecen sienten, en el fondo, una insatisfacción profunda con su imagen corporal.
Entendida como la creencia o consideración de que uno mismo es mejor y está por encima de las demás personas.
- Con este pecado he querido relacionar el trastorno de la personalidad narcisista (visión desmesurada de uno mismo y de su valía personal), el episodio maníaco (caracterizado por una autoestima exagerada y sensación de grandiosidad) y el trastorno delirante del tipo de grandiosidad (en el que la persona tiene ideas acerca de sí mismo como alguien cercano a la divinidad y con cualidades extraordinarias)
Quién sabe, quizás quien se inventó eso de los pecados capitales se fijó en personas que tenían los trastornos aquí mencionados. O quizás es la misma explicación dada desde 2 ámbitos de conocimiento diferentes (hoy día tan dispares como la religión y la ciencia) sobre los problemas de la conducta humana.
El post Los 7 pecados capitales desde la psicología aparecio primero en La sala de Espera. WebPsicólogos.