Los adoquines y cartones de Enio Iommi, o de como ser escultor sin necesidad de saber esculpir, tallar, cincelar o modelar

Por Deperez5


¿Qué es todo esto, invasores galácticos, condena a la sociedad de consumo, repudio al golpe del '76, alusión a la transitoriedad de la vida o restos de una demolición? Hagan sus apuestas



Esto no es amenaza, es sólo una advertencia: si a usted se le ocurre en estos días visitar la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta con la esperanza de encontrar un selecto grupo de obras de arte dotadas de un valioso contenido estético y humanístico se llevará un bonito chasco, porque lo que encontrará es algo parecido a un depósito de materiales de demolición, atestado de adoquines, maderas, cartones, piedras, vidrios rotos, alambres, trapos, viejas latas de pintura industrial y cacerolas descuartizadas, todo ello toscamente ensamblado y formando caprichosos conjuntos, que a primera vista impresionan como un ejército de tenebrosos y amenazantes transformers galácticos dispuestos a dominar el planeta.
Pero aparentemente no es eso lo que quiso significar el arriesgado ensamblador Enio Iommi.
Si hacemos el esfuerzo de leer el manual de instrucciones curatoriales, colocado en la entrada de la exposición para dirigir la interpretación del público y evitar los arrebatos libertarios e individualistas, no tardaremos en enterarnos de que las obras expuestas no intentan transmitir ningún tipo de significado; según dice el manual, la escultura de Iommi “se aleja de la representación, es autónoma, concreta, en cuanto no reproduce ni copia objetos. Las formas, inventadas, no tienen otra significación más que la visible”.
A continuación, una cita del autor ratifica la ausencia de significado de sus invenciones: “eran las formas geométricas y las líneas que crean direcciones en el espacio lo que importaba. Ya no era preciso esculpir, tallar, cincelar o modelar sino construir, inventar”.
Pero enseguida llega la sorpresa: cuando creíamos tener en claro que los adoquines, trapos, piedras y maderas no pretendían simbolizar a un grupo de invasores galácticos y que tampoco tenían ningún otro significado, el mismo manual de instrucciones aporta las siguientes afirmaciones contradictorias:
a) los supuestos invasores galácticos deben ser leídos como una protesta contra el golpe militar de 1976.
b) representan la condena de “una sociedad que naufraga en el consumismo y el materialismo” (lo que posiblemente expresa las preferencias del autor por aquellas sociedades donde imperan la indigencia, el hambre y la imposibilidad de consumo).
c) “el proceso escultural de la obra de Iommi simboliza la suma filosófica de la transitoriedad de la vida de cada hombre, tanto como cada forma que toma la materia”.
d) “el mantenimiento de un pensamiento crítico es lo que da coherencia a la obra de Iommi”.
A esta altura, víctimas de un ligero mareo y con nuestro esfuerzo de comprensión empujado al naufragio por el cruce entre la falta de significado, el repudio a la dictadura, la condena de la sociedad de consumo, la transitoriedad de la vida, las formas que toma la materia, el pensamiento crítico y los invasores galácticos, lo único que nos queda en claro es que Iommi tuvo la astucia y la habilidad de insertarse en la concepción del arte más generosa que hayamos conocido, donde se puede obtener fama de genial escultor sin necesidad de saber esculpir, tallar, cincelar o modelar.
Basta con meterle ganas, unir adoquines con alambre y ser contemporáneo, ¿para qué más?