Los anticonceptivos orales y parenterales son compuestos hormonales que han sido aclamados como una de las tecnologías sanitarias más revolucionarias del siglo XX. Esta herramienta que dio a las mujeres control sobre su fertilidad y allanó el camino hacia la educación y las carreras profesionales podría haber producido un daño oculto.
El uso de anticonceptivos durante la adolescencia se asocia con un mayor riesgo de depresión en etapas posteriores de la vida. Las mujeres con predisposición genética a enfermedades mentales corren un mayor riesgo de sufrir este efecto secundario.
Estos hallazgos se muestran en un nuevo estudio de la Universidad de Copenhague publicado en el Journal of Labor Economics, que se basa en investigaciones anteriores de la misma universidad y que también demostró vínculos entre los anticonceptivos hormonales y los problemas de salud mental.
Al combinar datos sobre legislación, perfiles de riesgo genético y trayectorias de vida de miles de mujeres, el estudio documenta que las mujeres con un alto riesgo genético de depresión experimentan una salud mental significativamente peor si tuvieron acceso a la píldora anticonceptiva durante su adolescencia.
El estudio también muestra que los efectos mentales negativos pueden socavar los efectos positivos de la píldora anticonceptiva sobre la educación y la inserción en el mercado laboral.
Estos resultados no deben interpretarse como un ataque a la píldora anticonceptiva, sino como una contribución a un debate más matizado sobre la anticoncepción y la salud. El estudio se publica en un momento en el que el acceso al aborto se ha restringido en Estados Unidos y el debate sobre la anticoncepción y la salud de las mujeres es más actual que nunca.