Un síntoma común que suele producirse en el tránsito a la menopausia o inmediatamente después de ésta consiste en los denominados sofocos, una repentina e incontrolable sensación de calor que en los casos más extremos puede desembocar en desmayos. Los tratamientos hormonales que existen para combatirlos se usan poco a causa de sus efectos secundarios, de forma que los científicos aún tratan de hallar nuevas terapias menos agresivas.
Un estudio dirigido desde la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania (EEUU) acaba de apuntar a un nuevo candidato para amortiguar estos síntomas: el escitalopram, un inhibidor de la recaptación de serotonina que suele emplearse como antidepresivo (comercializado como Cipralex en España). Esta molécula, que comercializan varias marcas, había mostrado ya resultados prometedores en ensayos muy reducidos, pero ahora sus efectos han sido puestos a prueba en un estudio controlado y con 205 mujeres que colaboraron desde distintos centros médicos.
Hasta ahora, los únicos fármacos autorizados en EEUU para combatir los sofocos eran los estrógenos y otras hormonas, cuyo uso se ha visto reducido tras demostrarse sus efectos adversos (entre ellos mayor riesgo de tumores). Ahora, los autores de la nueva investigación, liderados por la doctora Ellen W. Freeman, de la citada institución, apuestan por los antidepresivos como un remedio eficaz y menos perjudicial, si bien advierten que serán necesarios nuevos y más amplios estudios que confirmen esta posibilidad.
"Nuestros hallazgos demuestran que dosis de entre 10 y 20 miligramos de escitalopram proporcionan a mujeres sanas una opción, no hormonal y no homolagada, que es efectiva y fácil de tolerar para el control de los sofocos menopáusicos", concluyen Freeman y sus colegas en su estudio, publicado esta semana en la revista 'Journal of the American Medical Association' (JAMA).
Antes del ensayo, la frecuencia media de los sofocos rondaba los 9,8 al día. Las voluntarias se dividieron entre las que recibieron el tratamiento antidepresivo y las que tomaron un placebo (sin efecto farmacológico). Al cabo de ocho semanas tomando las pastillas, el número de sofocos se había reducido entre el grupo del escitalopram hasta un 5,2%, una reducción estadísticamente significativa en relación al grupo del placebo y tras descontar otros factores como etnia, edad... (Por ejemplo, se sabe que las mujeres afroamericanes padecen, por término medio, más sofocos).
Una de las debilidades de la investigación, reconocen sus autores, es que se realizó sobre voluntarias que padecían numerosos sofocos y estaban buscando una cura, por lo que no se sabe aún cómo funcionará el tratamiento en la población general. Sin embargo, el informe también recuerda los puntos fuertes del ensayo, el cual contó con un amplio número de mujeres de varias etnias y circunstancias, ya que algunas de ellas estaban a punto de atravesar la menopausia mientras que otras ya la habían superado.
**Publicado en "El Mundo"