Todos los azúcares son carbohidratos, desde los que obtenemos de la remolacha y la caña, a los obtenidos en frutas, cereales y verduras. También lo son los alcoholes, los almidones, las celulosas y el glucógeno (polisacárido parecido al almidón que se almacena en el hígado), además de todos los terminados en "osa".
El carbohidrato ingerido se acumula en los músculos, ahí se hidroliza pasando a glucosa, que suministrará la energía necesaria para el trabajo muscular.
Los azúcares ingeridos se convierten en glucógeno (es el nombre que se le da a la glucosa que se guarda en el hígado), y esperan a ser utilizados por el organismo cuando no se come, o bien cuando se gasta mucha energía, por ejemplo al realizar ejercicio físico. Se almacena de nuevo en el hígado con la ayuda de la insulina, hormona pancreática que impide que la glucosa vaya por la sangre en gran cantidad y esté presente en la orina.
No podemos prescindir de los hidratos de carbono en nuestra alimentación, son nuestra principal fuente de salud. Los tejidos nervioso, cerebral y pulmonar necesitan glucosa como fuente de energía; si desciende su nivel en la sangre y al cerebro le falta llegamos a la hipoglucemia, y pueden aparecer convulsiones.
Nuestro cerebro necesita de 120 a 130 gramos de glucosa al día. Este no absorbe nada más y su carencia está relacionada con estados de tristeza, depresión y hasta de mal humor.