A veces cuando el sonido del despertador nos saca de nuestra ensoñación, escuchamos el repiqueteo de la lluvia contra nuestra ventana. ¡Qué pena! Con lo agradable que es escuchar el sonido de la lluvia cuando estamos en la cama: sequitos, calentitos...
Ponemos los pies en el frío suelo pensando: menuda lata salir a la calle, ¿para eso me aliso el pelo?. Después de un vieje en metro, el cual seguramente se estropeará, porque en cuanto cae un poco de agua del cielo, la ciudad se colapsa y parece que se toma un día de descanso mientras los transeúntes, enfurecidos, se apelmazan en el metro y tratan de llegar al trabajo como pueden...
Si, es verdad que la lluvia tiene su lado malo, pero también tiene su aspecto positivo, no sólo por los beneficios naturales que aporta, sino porque apetecen hacer algunas cosas que en otras circunstancias apetecen menos o que simplemente, no se pueden.
Uno de los mayores placeres en un día festivo de lluvia, es algo tan simple como quedarse en casa. ¿No es agradable mirar por la ventana y ver el suelo empapado mientras estamos en casa al calor de la calefacción? Si estoy baja de ánimo, me encanta sentarme en el sofá, taparme con una buena manta, poner algo divertido que me pueda arrancar una sonrisa, como Sexo en Nueva York. Además, para subir el ánimo no hay nada mejor que una buena muffin, con su batido de chocolate, ¡que de vez en cuando hay que darse un capricho! Si tenemos de fondo unas buenas velas aromáticas que nos aporten serenidad, es la guinda de un día que puede ser simple, pero que a veces apetece para desconectar.
xoxo
Nerea.