Hace más de veinte años recorrí la ciudad de Bath en el Suroeste de Inglaterra, a lo largo de un solo día y en compañía de unos amigos. Siempre la he recordado como una de las ciudades más hermosas que he visitado. Este verano he pasado varios días allí disfrutando nuevamente de sus espacios y su bullicioso ambiente turístico.
Es que Bath ha sido durante largos períodos un lugar de visita muy frecuentado, desde que los romanos la fundaron alrededor de un manantial de calientes aguas minerales (las Aquae Sulis) 100 años antes del comienzo de nuestra era.
<--- Transcurridos 1.700 años, a finales del siglo XVII, era todavía una pequeña ciudad amurallada habitada por algo menos de 3.000 personas. Cien años después había experimentado un cambio radical, espoleado por el interés de la corte y la nobleza inglesa, deseosos de disfrutar las ventajas derivadas del uso de sus aguas medicinales. A partir de 1702, la reina Ana visitó la ciudad varias veces durante los veranos, iniciando una costumbre que con el tiempo convertiría al valle alrededor del río Avon en un recinto selecto. Pero lo que verdaderamente catalizó la transformación de Bath en un lugar de referencia social obligada se produjo con la actuación de un aventurero llamado Richard Beau Nash. Este personaje, un jugador profesional, logró implantar a comienzos del siglo XVIII unas normas de etiqueta muy estrictas y sofisticadas, lo que junto a la promoción de diversas y variadas actividades de entretenimiento, produjo un interés extraordinario y la popularización del sitio entre los ingleses como balneario y lugar de descanso. El éxito de la ciudad como espacio turístico queda ejemplificado por la existencia de más de 500 casas para el albergue temporal y una población residente superior a 30.000 habitantes ya en los principios del siglo XIX. En cien años, Bath se había transformado en el lugar de veraneo de referencia en Inglaterra, conocido como el valle del placer. --->
Maqueta de la Queen Square realizada en 1993 por Michael Bishop
Esta plaza, planteada como una operación inmobiliaria especulativa, se estableció básicamente con una preocupación por el orden y la estética del espacio urbano lo que produciría un recinto público singular de alta belleza. Su lado Norte se concibió como la fachada de un palacio ordenada bajo parámetros clasicizantes con sus pilastras corintias y su frontón central triangular y que, sin embargo, integraba siete modestas casas de veraneo en su composición tripartita de tres alturas. En el centro de la plaza se reservó un espacio de parterre o jardín común, presidido por un obelisco en honor del príncipe de Gales.
Las implicaciones económicas de la actuación también fueron muy tenidas en cuenta y por ello, la plaza no se niveló, manteniendo la suave pendiente natural del terreno, generándose con ello un ahorro importante. No obstante, el conjunto con sus fachadas laterales al Este y al Oeste presentaba un aspecto muy armonioso y adecuado a las prácticas sociales habituales en la época.
Esta primera operación permitiría el planteamiento de una nueva propuesta más ambiciosa que se apoyaría en la disposición de la Queen Square. Para ello, Wood the Elder arrendaría al conde de Essex más suelo en las laderas colindantes que se expandían hacia el Norte. La ordenación del llamado King’s Circus se basaría en el trazado de un círculo, de 100 mts de diámetro aproximadamente, en el que quedaron inscritas las fachadas de 33 viviendas, formando tres arcos de circunferencia. La disposición del centro del círculo se situaría en la prolongación de una de las calles laterales de la Queen Square, la llamada Gay Street y simétricamente se situarían los inicios de otras dos calles que acabarían de definir la composición tripartita de tan singular espacio.
Wood no llegaría a ver el resultado de lo que había imaginado pues moriría al año siguiente del inicio de las primeras casas que compondrían el recinto del King’s Circus. Las obras las terminaría su hijo, siguiendo estrictamente los criterios formales y compositivos que estructurarían una pieza de arquitectura urbana de una gran belleza. En su conjunto, el King’s Circus es un reflejo de las obsesiones del arquitecto, su implicación con la masonería, su reverencia por una antigüedad mitificada y en una mezcla heteróclita del clasicismo, la mitología druídica, el orden y la numerología.
Algunos señalan que las seiscientas columnas de estilo jónico, enmarcan un espacio urbano inspirado en el Panteón de Roma. En un principio, Wood lo pensó como un gran salón urbano pavimentado cuya bóveda sería el propio cielo. Con los años acabaría plantándose en el centro la media docena de centenarios plátanos que le confieren su maravilloso encanto actual. Otros especulan con la rememoración del gran espacio ceremonial prehistórico de Stonehenge, un círculo también próximo a Bath, que establece una referencia a sociedades antiguas provenientes del occidente europeo y que servía para los ritos de observación y determinación de los movimientos cósmicos del sol, la luna y las estrellas.
Las prácticas urbanísticas e inmobiliarias ya consolidadas en el King’s Circus se prolongarían en el Royal Crescent, una invención exclusiva de John Wood the Younger. Este espacio remataría una de las calles que nacen del anterior espacio. Aquí el arquitecto inventa una forma espacial totalmente novedosa, basada en una semielipse y que, probablemente, se inspiraría en la visión de grabados de la época. En el siglo XVIII era muy habitual disponer de ediciones sobre la arquitectura antigua, publicaciones que toman como motivo la exposición de los grandes edificios de la antigüedad clásica. En este caso, la referencia pudiera ser la del Coliseo de Roma y su forma elíptica, expuesta parcialmente en secciones y esquemas explicativos de su forma en muchos libros y tratados.
El Royal Crescent introduce un elemento esencial que le confiere su carácter, la incorporación del paisaje en la composición. Una idea genial que, mediante la reserva de la gran pradera descendente frente a la que se sitúa permite la contemplación singular de la campiña local. Esta es una práctica que luego se incorporaría a las típicas Terraced Houses británicas, el mantenimiento de espacios libres comunes en combinación con la edificación en hilera de viviendas. El Royal Crecent de Bath es un espacio único que, a partir de una práctica urbana previamente desarrollada, consolida un modo de hacer ciudad muy adecuado a lugares con topografía compleja.
Lo cierto es que esta manera de hacer espacio urbano se prolongaría en otros ejemplos de la misma ciudad como los Landsown y Camden Crescents, dentro de propia zona de Bath. Estos conjuntos de viviendas posteriores, que van conformando laderas urbanizadas de una manera armoniosa, reflejan el éxito del modelo y son responsabilidad de otros promotores y arquitectos posteriores.
En escasamente cincuenta años, la ciudad de Bath transformó radicalmente su fisonomía hasta convertirse en uno de los espacios urbanos más armoniosos de Europa. Una ciudad cuya fisonomía queda también pautada por el uso constante de una piedra suave caliza de color meloso. Los llamados Ashlars de Bath, extraídos de las canteras próximas de Combe Down, constituyeron un material básico en la renovación de la ciudad. Otro elemento que confiere unidad formal a un conjunto ya de por sí hermoso.
La arquitectura y el urbanismo de Bath servirían de ejemplo para la ordenación urbana de toda una época realmente interesante, la que constituye el período de consolidación de Gran Bretaña como un imperio de primer orden en el mundo. Su influencia se puede rastrear en otros ejemplos notables en la construcción y desarrollo de ciudades en Escocia e Inglaterra. Es el caso de la New Town de Edimburgo, proyectada por James Craig, aprobada en 1767 y construida en gran medida por John y Robert Adams, así como la operación coetánea de John Nash para la Regent’s Street de Londres, cuyo Park Crescent final guarda unas similitudes formales notables con lo realizado por los Wood en Bath.
Park Crescent, espacio final de conexión de la Regent Street con el parque del mismo nombre en Londres. Una obra de John Nash
La construcción de Bath ejemplifica una forma de hacer ciudad que intenta conjugar el interés empresarial hacia el beneficio privado con la consecución de espacios públicos de altísima calidad. En ese caso, la formación estética de sus promotores les indujo probablemente a no exprimir de una manera avariciosa la totalidad del beneficio posible, logrando finalmente con ello una notable mejora colectiva e imprimiendo un carácter único a esa ciudad que ya forma parte indeleble de la historia social y cultural de la humanidad. --->