Los cronistas de Indias

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Los textos de los cronistas de indias constituyen el primer gran documento histórico, geográfico y sociológico de la literatura hispanoamericana. En este breve díptico, procuraremos comentar sus aspectos más relevantes.

    Crónica oficiosa, crónica privada, crónica local

Al producirse el Descubrimiento de América -es decir, durante el reinado de los reyes católicos-, la profesión de "cronista oficial" estaba ya lo suficientemente institucionalizada,[1] a tal punto que contaba con algunos ilustres representantes en sus filas, por ejemplo, Hernando del Pulgar, Gonzalo de Ayora, Antonio de Nebrija o Andrés Bernáldez.

La enorme noticia geográfica e histórica de la aparición de las Indias habría de provocar torrentes de textos informativos tanto en la "crónica oficiosa" como en la privada: la primera (quizá, la más importante) se daba en forma de "cartas de relación" al poder constituido; la segunda, por el contrario, era más bien una libre interpretación de los hechos, rebelde a la doctrina política del Estado, como lo fue la admirable Brevísima relación de la destrucción de las indias, del padre Bartolomé de las Casas.

El riesgo que suponía la propagación de cronistas privados obligó al Estado, representado entonces por Felipe II, a crear, también para la relación de los sucesos de América, un cargo oficial de Cronista de Indias. Paradójicamente, ninguno de estos "cronistas oficiales" pisó la tierra de América, y el más destacado de ellos, Antonio de Solís, nos da la medida exacta de la limitación que representaba escribir sobre sucesos con los que no se había tenido contacto vivencial. Lo mismo sucedió con Francisco López de Gómara, cuyos textos desencadenaron numerosas polémicas en su tiempo.[2]

Pero también estaban los "cronistas locales". A diferencia de los anteriores, estos eran designados por autoridades residentes en América. El ejemplo más característico podría ser el de Francisco Cervantes de Salazar, quien, residiendo en México, fue nombrado por el Cabildo de la Ciudad como su "cronista".

Por último, cabe mencionar a los ya citados "cronistas oficiosos", los cuales, incorporados a las expediciones de conquista (como Bernal Díaz del Castillo) o de evangelización (como fray Bernardino de Sahagún), nos dan una fresca y luminosa imagen del Nuevo Mundo.

    Posible clasificación temática de las crónicas

La naturaleza beligerante de los conquistadores militares y el temperamento ascético de los conquistadores evangelizadores no dejaban mucho lugar a la contemplación sensual de las cosas mundanas, fuente de forma y de color en el arte. De ahí que estas crónicas de Indias, salvo contadas excepciones, no abunden en pasajes de verdadero valor literario. Cuando el cronista quiere describir, enumera; cuando quiere narrar, también lo hace, y sus temas, según el caso, son siempre funcionales a la acción urgente o al arrobamiento extraterreno.[3]

Con todo, es posible establecer una clasificación temática de la mayoría de las crónicas. Veámosla:

  • Agruparíamos bajo este rótulo las páginas en las que se habla de las rutas marítimas y fluviales de los descubrimientos. El texto principal de este grupo, por obvias razones, es los Diarios de navegación, de Cristóbal Colón. Sin embargo, también hay otros tantos muy interesantes, como Carta al rey, obra más histórica que literaria, escrita por Vasco Núñez de Balboa, quien navegó los ríos centroamericanos, o los famosos Naufragios, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca.
  • Podríamos señalar en este grupo, como textos relevantes para la historia de México, las Cartas de relación, de Hernán Cortés, o la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Semejante fuerza documental para la conquista del Perú tiene la "relación" de Hernando Pizarro sobre la muerte de Atahualpa. Dentro del mismo ambiente geográfico colocamos la Crónica del Perú, de Pedro Cieza León y, complementariamente para su oportuno cotejo, el fragmento de la Verdadera relación de la conquista del Perú, de Francisco de Jerez. Otros textos interesantes son los de fray Toribio de Ortiguera, cuya Jornada del río Marañón nos da su versión folletinesca de la muerte del polémico Lope de Aguirre.
  • Descripciones. Agruparíamos en este último grupo una serie de textos en los que lo espacial-geográfico domina sobre lo histórico-temporal. Abre la lista, por derecho propio, la ambiciosa Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo. Un curioso ejemplo nos ofrece el libro Primer nueva crónica y buen gobierno, del peruano mestizo Felipe Guamán Poma de Ayala, cuyo libro, descubierto en 1907, no fue publicado hasta 1936, por Paul Rivet, Otras interesantes muestras de observación nos las ofrecen Carta de relación a Hernán Cortés, de Pedro de Alvarado; Historia de Chile, de Alonso de Góngora Marmolejo, y Anales del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata (también conocida como La Argentina), de Ruy Díaz de Guzmán. Pero, sin duda, lo más destacable de este grupo es Comentarios reales, del Inca Garcilaso de la Vega, probablemente, las páginas más nobles y más bellas que se hayan escrito en la literatura testimonial de Hispanoamérica.

[1] A partir del confuso y parcial registro de los "cronistas", surge una explicación del pasado al dictado del poder. En este sentido, alcanza una especialísima significación la obra historiográfica de Alfonso X el Sabio, que según los especialistas -Ticknor, Amador de los Ríos, Morel Fatio- instaura, de hecho, la interpretación "oficiosa" del pasado nacional, dando lugar, a partir de Alfonso XI, al nombramiento de un funcionario que recibía un sueldo para ejercer su misión de "cronista" al servicio de los reyes, sin que ello merme la posibilidad de una historia particular o privada. Y así, junto a los textos de encargo oficial, como los de Luca de Tuy o Juan de Mena, existe la importante tarea historiográfica independiente de López de Ayala.

[2] Por fortuna, a lado de los ostentosos -y alejados- "cronistas mayores", el Consejo de Indias nombraba, para determinados sucesos, "cronistas menores". Uno de ellos fue Gonzalo Fernández de Oviedo, cuyos reiterados viajes a Indias dieron a sus libros muchísima más veracidad.

[3] Véase Ricardo Rojas, La literatura argentina, vol. I, "Los coloniales", Buenos Aires, 1924.

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