Los sonidos y vibraciones de los cuencos de cuarzo tienen la propiedad de modificar las ondas cerebrales, favoreciendo la relajación.
Por ello, el terapeuta hace sonar los cuencos cerca del paciente para canalizar tanto el sonido como la vibración.
A través de un suave golpe se obtiene un sonido similar al de una campana, mientras que la frotación en circular del borde superior del cuenco genera la vibración terapéutica.
Por el principio de resonancia, una vibración más intensa y armónica contagia a otra más débil o disarmónica.
Su onda crea un sonido multidirecccional de elevada frecuencia que se expande por todo el organismo.
La vibración repercute en la columna vertebral, que actúa como vehículo de resonancia, y se extiende a través del sistema nervioso a células, tejidos y órganos.
Desbloqueo emocional
Científicos estadounidenses aseguran que esta vibración estimula las neuronas a realizar sus conexiones, lo cual influye en la capacidad cerebral y en el desarrollo de la conciencia.
Su poder armonizador produce un reordenamiento de las energías que favorece un desbloqueo energético y emocional.
Mejora el sistema inmunitario, la depresión, los estados de ansiedad, tristeza y estrés.
Es eficaz en el tratamiento de hiperactividad, insomnio, desórdenes en la concentración y dificultades de aprendizaje.
También están los cuencos tibetanos, que son de metal, y producen vibraciones terapéuticas al igual que los de cuarzo.