Días navideños de 2011. Un par de días antes de Reyes. Dos chicas y un chico hablan. Ellas parecen extras de una película de bandas callejeras de los ochenta cambiando el pelo encrespado por tupés estratosféricos. Él tiene pinta de metrosexual sin presupuesto preocupado por quedar bien en el reflejo de los inexistentes espejos que tenemos en la librería. No atiende mucho a la conversación que las muchachas mantienen mientras acabo de envolverles para regalo un libro infantil.
- Pues en la tele dijeron que es bueno que a los niños los Reyes le traigan un libro.
- ¿Un libro al mes? –chilla horrorizado el chico.
- No, un libro al mes, no. Un libro para Reyes.
- Ah, ya me parecía a mí.
- Sería demasiado un libro al mes. Pero que para Reyes tuvieran un libro es sano. En la tele dijeron que les va bien… que les… reprograma.
- Por eso le compro éste -dice la segunda chica que había permanecido callada y con apariencia de sensata-, para que tenga un libro y, como dice la tele, se reprograme. Pero jode mucho comprar esta mierda, hostia, que los libros son muy caros.
El “esta mierda” era un librito troquelado de dos euros.
Navidad suele llegar a las librerías, o por los menos llega en la que yo trabajo, a principios de octubre. Una vez la locura y demencia de la temporada de texto va decayendo, la librería empieza a verse inundada de cajas repletas de novedades, algunas de ellas no solicitadas, y de solitarios exploradores llamados representantes que con una sonrisa aseguran que llevan consigo libros que a buen seguro se convertirán en grandes éxitos de ventas. Y todo con la vista puesta en los meses de diciembre y enero con su fiebre consumista y regalística (toma palabro): Papá Noel, el Tió de Nadal, el Olentzero, amigos invisibles varios, la llegada de los Reyes, etc. Y para todo esto la librería está surtida, rebosante y agobiada en libros.
Y, claro, cada editorial que trabaja algo de juvenil (bueno, no todas, alguna enseñan sus novelas para jóvenes con desgana y un punto de vergüenza, como algo secundario y olvidable) tiene el que será el gran éxito de la temporada resumido en tres frases por los sabios de marketing y las frases promocionales en las irritantes fajas:
el nuevo Harry Potter,
para las fans de Crepúsculo
y para aquellos a los que les gustó Los juegos del hambre.
Porque se acerca Navidad. Y voces sabias dicen que es época de felicidad, alegría, comilonas, reencuentros y vergonzosos programas especiales en televisión. Y, claro, compras y regalos. Y hasta el día veinte estaremos más o menos tranquilos, pero de repente y sin aviso, se alzarán hordas de consumidores y la librería se verá convertida en…
… largas colas para pagar enormes pilas de libros cada uno para envolver para regalo por separado con el nombre puesto y el papel diferente para diferenciarlos que todos se parecen aunque uno sea un troquelado de dos euros y el otro un libro regalo sobre los rascacielos de Nueva York, preguntas y preguntas, recomendaciones para alguien que lee mucho y para seiscientos que no leen, si tenemos cuerda para envolver regalos, y felices fiestas, ¿y en tapa dura no está?, niños hiperazucarados correteando sin correa por la sección infantil, ¿tenéis libros para niños de tres meses que puedan leer solos?, el peligroso grupo de aficionadas a la romántica juvenil paranormal que se ríen mucho y que no acaban de ubicar al viejo ese hablando de Richelle Mead y la muy achuchable Maggie Stiefvater, el niño que no leía hasta que empezó a leer La cocina de los monstruos, preguntas sobre dónde está la sección de caza mayor, la de filatelia canadiense y la de metafísica industrial, desorden, más desorden y cómo es posible que este libro haya aparecido aquí, complementos, libros de moda que se compran sin reflexión, a trilogías y porque es lo que se lee, sin espacio para tantos libros, más preguntas de qué se puede comprar a alguien que no lee, sorpresas, recomendaciones y, lo más bonito, chicos y chicas que se dejan recomendar y recomiendan y con los que discutes y hablas y ríes, el libro de Laini Taylor y el círculo de las brujas suecas, chicos que buscan libros para quedar bien con la novia y madres que buscan libros que enseñen a ser una buena hija, muchos amigos invisibles, temibles parejas de abuela que buscan libros baratos, baratos, más baratos, mucho más baratos, libros recomendados envueltos para regalo, las novelas en las que se basa la película, saltos por vender entera la trilogía de Cotrina, más felices fiestas, algunas risas, un par de carcajadas y conforme se acerca el fin de año buen humor, ese nuevo amor literario que es Ombe de las novelas de La Asociación, reencuentros con lectores y ganas de estrellar ese disco de villancicos contra la pared y poner algo de samba, Terry Pratchett es lo más parecido a un dios, no, la segunda parte todavía no ha salido y no, no está en tapa dura, todos esos libros que no dan tiempo a leer y tantos libros que gustarán a tantos amigos, colas, colas, colas…
… y mucho, mucho más, porque Navidad es una época que algunos dicen es especial, pero que seguro es agotadora.
Felices fiestas a todos y, aunque a veces no lo parezca, estos días pasan más rápido de lo que parece.