Los frutos del desconocimiento

Publicado el 07 julio 2012 por Pakithor

En ocasiones, de las conversaciones más insustanciales se aprende más que de los sesudos monólogos. En realidad casi siempre. El desconocimiento a veces nos entrega las más bondadosas lecciones, mayormente cuando aparece taimado en esas charlas inocuas y vanas. Así es como vengo yo descubriendo el vacío de elegancia que sufre nuestra sociedad.
Bajo un atuendo más o menos correcto, desfavorecedor en cualquier caso, a buen seguro víctima de alguna tienda de ropa rápida, sino de alguna boutique de esas que en pleno siglo XXI continúan con esa imagen tan de los ochenta, hay jóvenes que nos revelan lo limitado de su conocimiento social.  Personas que desconocen la posibilidad de que un hombre vista zapatos sin calcetín, o que use calcetines ejecutivos, como dirían en el lenguaje de los fáciles de impresionar, son legión.
Llegados a ese punto uno empieza a divagar acerca de la vestimenta masculina por estos lares del planeta. Que si las chaquetas con dos cortes atrás, que si los dos botones, que si el entallado. Sin necesidad de llegar a las profundidades del uso de la camisa, uno va sintiendo cómo la legión va desconectando. No interesa. Están en otra cosa.
Recuerdo cómo antes de cumplir los veinte ya me había leído cualquier manual de buenas maneras, cómo engullía cada línea de la sección de estilo de la revista Dinero, cómo me preocupé por cultivar el conocimiento de las formas y los modales. Luego descubrí, como ya se ha contado aquí, que el dandismo consiste en conocer las normas para poder romperlas.
Ahora con veintitantos años la inmensa mayoría de las personas, subidas en los pep toes de saldo o en las cómodas zapatillas con aspecto de zapato, difícilmente distinguen entre un mocasín y un náutico; ni saben que las camisas se pueden hacer a medida. De lo contrario el único día al año que usan corbata no llevarían ese cuello flojo tan espantoso. Ahora el dandismo lo representan personajes del estilo de Jennifer López y Justin Timberlake, los cuales tampoco dan la impresión de conocer mucho de normas de urbanidad.
A partir de ahí, ¿qué podemos pedirles a estas generaciones que avanzan en la vida social?. ¿Qué pongan la mesa de forma adecuada?. ¿Qué dejen de usar camisas en tonos malva para ir a una boda?. No, simple y sencillamente lo que podemos esperar es que imiten todo lo que van viendo en la televisión, las revistas y las amistades. Todo mezclado con un poco de ese acervo de tradición que quizá la familia les ha ido heredando. Una tradición probablemente ya en desuso, cuando no anclada en parámetros antediluvianos.
Con este creciente desinterés por la urbanidad, por las buenas maneras y por las normas del buen vestir, yo diría que nuestra sociedad poco a poco se va consumiendo en un mar de mediocridad. Baste decir que los vaqueros se han convertido, súbitamente, en una prenda aceptada incluso en actos de cierta categoría por imperativo legal de alguna diseñadora de imagen imitable.