Los periódicos El Mundo y Público publicaron ayer una noticia que cuenta que a pesar de los conflictos de
El 84% de los médicos mantiene lazos con el poderoso sector farmacéutico, uno de los que más invierte en publicidad y márketing de todo el mercado (alrededor del 30% del presupuesto).
El Mundo explica que “las farmacéuticas no son el enemigo, pero no cabe duda de que tienen intereses comerciales y lucrativos que chocan con la importancia de poner el beneficio del paciente por encima de todo, tal y como prometen los médicos en el juramento hipocrático“.
El diario argumenta que en España no hay cifras acerca de estas relaciones. Sólo cita una pequeña encuesta realizada en centros de Atención Primaria catalanes en 2005 que reveló que el 44% de los médicos recibía a los visitadores entre dos y tres veces por semana y el 87% consideraba necesario este contacto. Pero sí que hay otros trabajos, como el que publicamos hace poco en este blog que concluye con datos de manera alarmante que:
“El 98,4% de los doctores recibe a los visitadores. El 77,8% a diario. Los vendedores aparecen como segunda fuente de información sobre medicamentos para los galenos. La opinión sobre la utilidad de la visita es mayoritariamente favorable entre los profesionales sanitarios. Cuando asisten a un congreso, el 60,3% reconoce hacerlo invitado por la IF. Suelen asistir a comidas/cenas de los visitadores el 61,9%. El 55,6% ha recibido alguna vez un regalo de los laboratorios“.
Por su parte Público ya en su titular destaca que esto es algo que ocurre en EE.UU. cuando como vemos también por estos lares sufrimos las consecuencias del “colecho” entre estos dos ámbitos, el industrial y el medicinal, en apariencia tan alejados entre sí e incluso con intereses en un principio contrapuestos (los primeros tienen como fin ganar dinero con la venta de remedios a personas enfermas y los segundos tienen como objetivo ayudarlas a sanar).
Más claro se muestra Periodismo Humano:
Una comisión de expertos del Parlamento Inglés redactó un dossier hace unos años en el que admitía que los intereses de la industria y la población no coinciden, y proponía ‘poner en marcha un régimen regulador eficaz que consiga que la industria farmacéutica no perjudique el bien común‘. (…) La búsqueda de un nuevo marco ético que rija las actuaciones y las relaciones de la industria farmacéutica con la sociedad constituye un fin en sí mismo”.
Más info: Los libros Traficantes de salud y La salud que viene.