“Los medios” : responsables del embrutecimiento social

Por Peterpank @castguer
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Puesto porJCP on Oct 2, 2013 in Autores

El tratamiento informativo con el que demasiados medios han hecho caja aprovechando el asesinato de una niña en Santiago de Compostela es fruto de dos lacras: el egoísmo económico de algunas empresas y una de las taras clásicas del periodismo: el amarillismo o sensacionalismo.

Ninguna de las dos cosas es nueva.

En rigor, lo único realmente novedoso del episodio es que el despropósito ha sido mayúsculo y ha dejado constancia irrefutable de que hay lacras profesionales y empresariales que han engordado peligrosamente.

Siempre hubo sensacionalismo. Sin embargo, durante la segunda mitad de los años setenta, el siguiente decenio y parte de los noventa esa perversión fue moderada, digamos que soportable.

En España, el deterioro del oficio y del negocio de informar, acompañados del repunte del sensacionalismo y de otras perversiones emergieron durante la segunda mitad de los años noventa. Fue entonces cuando empezaron a elevar la voz, poco a poco y con elegante palabrería, los partidarios de trivializar contendidos y ofrecer más y más “entretenimiento”, anteponiendo el negocio a toda consideración [somos empresas de servicios, como otras del sector terciario, y nuestro negocio consiste en suministrar noticias, consejos, pasatiempos y agenda, peroraban].

En los noventa emergió el directivo de medios que se codeaba e intimaba con empresarios e inversores ajenos al sector, se pusieron de moda y triunfaron los proyectos multimedia, había que ser grandes, más grandes, porque sólo el dinero da independencia, insistían e insisten, cuando en realidad quieren decir que sólo así ganan más y más o, cuando menos, mantienen el margen de beneficios.

Había que relacionarse con el poder político, pero eso tampoco bastaba, lo que querían era formar parte del Poder, pues así también pueden ganar más y más…

Fue un proceso complejo y, entre otros mandamientos, fue ganando crédito y partidarios el que consagra la información como un mero producto que se empaqueta, se viste con un par de lacitos (el valor del diseño, por ejemplo, ha sido sobredimensionado) y si es preciso, también se añaden unas gotas de morbo…. ¡Qué digo unas gotas!, si el suceso o la bronca política lo merecen, se echa un buen chorro de miel o de hiel, según convenga…

En resumen, vender y hacer caja.

[No pocos analistas y observadores del sector relacionan ese exitoso proceso de mercantilización y trivialización con el acceso al poder del postfranquista José María Aznar y su cohorte de propagandistas nacional-católicos, que pulieron, cofinanciaron y dieron esplendor a la llamada caverna mediática. Pero ese es otro asunto que, aunque relacionado, es ajeno a la espectacular demostración de sensacionalismo que con motivo de la muerte de Asunta y otros sucesos similares protagonizan numerosos diarios convencionales y cadenas de TV, incluida la pública]

Poco se puede añadir a las alertas y a las tesis que han difundido los periodistas “no contaminados” y los estudiosos de la información y de la comunicación que han  denunciado los despropósitos habidos en el caso de la niña muerta en Santiago. Pero hay un detalle que considero sustancial y que por motivos que ignoro apenas ha sido reseñado.

 

Dos argumentos estúpidos, pero uno singularmente perverso

A la hora de defenderse o justificarse, los “reos” de sensacionalismo o amarillismo [hay empresas y periodistas que están difundiendo lucubraciones, historias inventadas por ellos o por fuentes ignotas, e incluso mentiras, tanto en sucesos como el de marras como en asuntos económicos y políticos] casi siempre concluyen sus argumentaciones con dos argumentos ya estandarizados:

La primera estupidez es esta:

* El cliente pide un producto determinado y el medio se limita a fabricarlo y suministrarlo

Si lo consideran preciso, quienes alegan semejante sandez ponen cara de inocente asalariado que jamás ha roto un plato y añaden: si no vendemos, no comemos

Ante semejante actitud sólo cabe replicar con una barbaridad en un intento de que el imbécil despierte: pues si es por eso, fabriquemos más y más bombas, comeremos más y seremos menos a repartir

La segunda estupidez incluye una perversión:

* Los hechos son así y el periódico (o la emisora) los reproduce tal cual son

Este segundo argumento parece insípido pero es goloso, de modo que muchas moscas se quedan enganchadas. Pero, resumiendo, la Verdad absoluta a la que se refieren esos visionarios no existe, jamás ha existido (mucho menos en sucesos como el de Compostela).

Crear o dar por hecho que existe una verdad, la Verdad, es la más vieja de las trampas a las que recurren los manipuladores. Para los partidarios del sensacionalismo y de las falacias es la argumentación ideal porque lleva a un callejón sin salida, que es el único escenario en el que los poseedores de la Verdad tienen posibilidades de llevarse el gato al agua…

El primer argumento, fabricar el producto que el público demanda, es relativamente peligroso porque tiene lógica económica, máxime en el actual escenario de recesión; pero más peligroso y singularmente perverso es el segundo. Para colmo, desde hace unos años la trampa de la Verdad ha sido enriquecida con preguntas de este tipo:

* ¿Acaso somos nosotros los responsables de que el lector (o el televidente) pida ese tipo de información?…

* ¿Acaso el periódico (o la emisora) es responsable del embrutecimiento social del que nos acusáis?…

Sólo hay una respuesta cierta y les molesta sobremanera. Tanto les molesta que reaccionan evitando la molestia de razonar y recurriendo al truco de la humildad, se quitan importancia: exageráis la influencia de los medios…

No les gusta, pero sólo hay una respuesta a esas y similares preguntas trampa:

Sí, los medios son responsables del embrutecimiento social.

No son los únicos responsables, por supuesto, pero en los países industrializados, en Occidente, los medios figuran entre los principales responsables del embrutecimiento tanto intelectual como ético o moral de numerosos ciudadanos, la mayoría.

A ciertos teóricos del negocio de la información les incomoda reconocer esa responsabilidad, no les interesa; pero los hechos son empecinados y han demostrado hasta la saciedad que los medios de información juegan un rol fundamental en materia de “salud” colectiva.

Sin ninguna duda, los medios que suministran basura informativa embrutecen a sus consumidores, tanto si lo hacen recurriendo al morbo como si difunden tergiversaciones, silencian hechos o cuentan mentiras y embrutecen cuando lo hacen en beneficio propio (vender más) o por encargo de sus aliados comerciales o políticos.

Quienes afirman que la sociedad se ha embrutecido en un proceso degenerativo de carácter natural, son darwinistas sociales y mienten; o bien son unos redomados ignorantes.

 

Los poderes político y económico, la religión… ¡Y los medios!

El poder político (el Estado), los grandes consorcios financieros y económicos, los ancestrales poseedores de la Verdad (las iglesias y similares) y los medios de información, por ese u otro orden en función de la época, han sido y son los “culpables” fundamentales del mayor o menor embrutecimiento social [en este punto es obligado subrayar que en Occidente tampoco vale librar de toda responsabilidad a los individuos, salvo que se considere que todos son profundamente lerdos e incapaces de tener criterio propio].

Siempre hubo sensacionalismo y basura informativa. Siempre. Hay épocas durante las que por distintos y variados motivos ese fenómeno ha sido soportable, pero en España repunta desde hace unos años y con la recesión, más. Tanto crece el amarillismo, la codicia y el sálvese quien pueda que hay medios que están batiendo todas las marcas.

E, insisto: en ese proceso, conviene resaltar que el argumento de que “el cliente siempre tiene la razón” es la más perversa y miserable de las justificaciones.

Félix Soria