Monstruos y amor: los primeros representados por sus cuadros, entre los que podemos encontrar intrincadas criaturas simétricas que, como dioses aztecas de la oscuridad, hablan del doble que llevamos dentro y los ciclos que terminan allí donde comenzaron.
También encontramos obras raspadas sobre metacrilato que, al incidir la luz en ellas se transforman en parientes lejanos de las vidrieras románicas, sustituyendo el santoral cristiano por otro adquirido del folklore y arte urbano brasileño. “Iluminación” es el mejor ejemplo de estas obras que, entre otros temas, también hacen referencias explícitas al desamor, como “Mi corazón no es para ti”, en el que un corazón que recuerda a una Gorgona parece llorar amargamente por el camino no tomado. Amores sangrantes, dramas familiares y muchos más órganos que laten escultóricamente, como la serie de corazones en yeso y resina que completan la muestra y cuyos colores y formas se vinculan de forma automática al ánimo de la artista (rojo, negro, cortado y de hielo).
“Heart Breaker” es, en resumen, una exposición interesante, pero menor si tenemos en cuenta que de algunas obras se han presentado impresiones que evidencian una calidad inferior a un original. También juega en contra de la propia artista el resto de su producción, en la que, si excluimos sus excelente murales y obras urbanas, podemos encontrar trabajos pictóricos de una calidad apabullante. Supongo que lo bueno se hace de rogar, así que aguardaremos a una muestra futura para deleitarnos de todo el potencial de una artista que aúna herencia y tablas artísticas.