Los niños de la lata de tomate
Autor: Cecilia Domínguez LuisEdición: Alfaguara, 2012
Opinión - Marina García, 01/11/2012
Una obra que pudo haber conmovido y no lo hizo
Las escasas cien páginas del libro se convierten en un viaje a través de la memoria de Essein y Ramala. Ambos, al volver a casa, rememorarán los momentos más importantes de sus vidas. Las paradas de este peculiar periplo de recuerdos no son muchas, pero resultan suficientes para que el lector se forme una idea del mundo que rodea a los jóvenes. Y es que la vida de los personajes principales es, perfectamente, la de millones de personas que sobreviven en África.
La obra resulta agradable de leer gracias a la sencilla pluma de Cecilia Domínguez. Sin embargo, el punto débil reside en la voz narrativa: unas veces son los protagonistas quienes cuentan su historia en primera persona, mientras que otras veces el narrador es alguien ajeno a los hechos, un narrador omnisciente que habla en tercera persona; esto crea cierta confusión. Además, hay algunos capítulos en los que parece estar hablando la propia autora de la novela; comenta las sensaciones que le despertó la imagen de la fotografía de los dos niños con las latas de tomate, cuenta lo que va a hacer con los personajes… Así, no queda claro si esta voz narrativa es la propia escritora u otro personaje ficticio, una especie de escritora inventada. Un lío. Este recurso de emplear voces diferentes podría haber enriquecido y agilizado la lectura, pero al no estar del todo conseguido enmaraña el conjunto de la obra, en la que los cambios de voces se producen constantemente sin orden ni concierto.
Los niños de la lata de tomate es un paisaje de contrastes en el que, a grandes pinceladas, quedan reflejados de forma realista los colores, los olores, los sabores y los sonidos de África. Sin embargo, debido a ese desorden en las voces narrativas, no llegará a conquistar los sentidos del lector, dejándolo así con la sensación de haber leído una obra que pudo haber conmovido y no lo hizo.