La mayoría de los niños son especialistas a la hora de captar emociones de los demás, especialmente de las personas importantes para ellos.
Es interesante observarlo y ver de qué manera lo expresan .
Algo de esto me pasó con mi hija menor hace unos días. Estábamos terminando de cenar y al intentar coger su vaso de leche para acercárselo un poco, el contenido de todo el recipiente se le derramó por la mesa, el suelo y parte de su pijama.
- ¡pero hija!- le dije algo irritada-¡jolín, mira cómo se ha puesto todo!, anda, ve a cambiarte mientras lo recojo.
Resignada, decidió obedecerme y al rato vovió limpia y dispuesta a volver a intentarlo.
- Lo siento ama ¿te has enfadado?
- No cariño ¿pues?
- Tenías cara de enfadada y has hablado alto.
- Bueno, igual un poco. Se ha ensuciado la mesa y el suelo y estabas recién bañada. Me ha dado rabia pero ya está, ha sido un accidente.
- Entonces es que sí estabas un poco enfadada.
Pues sí, tenía razón. Había captado bien mi reacción y tratar de disfrazarlo o negarlo solo iba a confundirla.
Los niños captan las emociones y no lo hacen por lo que les digamos sino por cómo actuamos. La expresión facial es el principal indicador de la emoción.
Desde muy temprana edad saben o por lo menos intuyen que hay un grupo de emociones que generan malestar (tristeza, miedo, enfado) y otro que proporciona agrado y bienestar (alegría, amor, sorpresa) .
Saben que no surgen por que sí, reconocen que existe cierta relación entre algo que ha ocurrido y la aparición de esa emoción.
Sin embargo, este conocimiento no siempre es exacto y depende de su nivel evolutivo (pueden captar tristeza y pensar que es porque han hecho algo ellos cuando no es así). Por esta razón, apoyarles en este aprendizaje les ayuda a reconocer sus propios estados emocionales y las emociones de los demás.
De la misma forma, ayudarles a relacionar una emoción con la situación que la ha podido generar, suele tranquilizarles y sobre todo, da sentido y a cabida a eso que están experimentando.
En la actualidad existe bastante consenso en establecer como básicas las siguientes emociones:
- Miedo
- Alegría
- Tristeza
- Rabia
- Asco
- Sorpresa
- Vergüenza
- Amor
Los cuentos en los que aparezca este abanico emocional es un método muy sencillo y fácil para realizar esta labor. Los niños aceptan y reconocen bien emociones negativas en personajes ficticios, algo que no siempre les resulta sencillo cuando se trata de las propias (la rabia y los celos por ejemplo)
Todas las emociones son importantes, estamos preparados fisiológicamente para sentirlas y expresarlas y tienen su objetivo adaptativo.
Reconocerlas, aceptarlas y permitir una expresión adecuada favorece la flexibilidad emocional, algo que les resultará de gran ayuda a lo largo de su vida.
Yolanda P. Luna