En el 2016, y tal como había sucedido el año anterior, se ha marcando un récord en el registro histórico del Observatorio Atmosférico de la Base Mauna Loa en Hawaii, perteneciente a la agencia estadounidense NOAA, al haber alcanzado la concentración de 405,1 partes por millón (ppm).
En el 2013, se superó por primera vez el umbral de los 400 ppm, y esto ha sido marcado como un hito que requiere de acciones urgentes. Además, según se señaló, en los últimos 10 años, la tasa promedio de aumento ha sido de 2,3 partes por millón, por año.
Si pensamos que, en promedio, los niveles de dióxido de carbono presentes en la atmósfera rondaron las 280 partes por millón hasta la revolución industrial, los niveles alcanzados hasta ahora se vuelven alarmantes. A esto se agrega además que el 2016 fue el año más caluroso de la historia.
Según se ha comprobado, los niveles de dióxido de carbono siguen creciendo y aumentando a gran velocidad. Además, consideremos que el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante mucho tiempo, generando un efecto acumulativo.
Y además; otro revés de esta problemática en la que pocas veces se repara, es que el dióxido de carbono también es absorbido por los océanos y mares del mundo.
La industrialización, el uso de combustibles fósiles como el petróleo, gas, carbón, la descomposición de materia orgánica en bosques talados y/o quemados, entre otros factores, producen gran cantidad de dióxido de carbono en el aire.