Hoy vamos a hacer un “kit kat” con la chirimoya y versaremos sobre un tema diferente, porque no sólo de chirimoyas vive la persona, aunque no nos alejaremos demasiado de nuestra temática habitual, ya que también está relacionado con la alimentación. Y lo haremos despotricando sobre un tema que nos toca las narices y que suelen poner en práctica las grandes multinacionales de la alimentación, al que no le encontramos explicación y con el que seguro os habréis topado en alguna ocasión en esta vida. A nosotros nos ha pasado y siempre hemos tenido ganas de quejarnos pero no sabíamos como (aparte de dirigirnos a los culpables en cuestión, claro), así que ahora vamos a aprovechar este espacio para hacerlo.
¿Sois aficionados a algún producto de alguna multinacional del sector de la alimentación? Este fenómeno sólo se da en las grandes marcas. Normalmente, son productos elaborados y de sabor “dulce”: golosinas, ambrosias, cereales… Bien, el hecho consiste simplemente en que, cuando un producto está asentado, tiene muchos años de tradición (a veces, incluso décadas), una base fiel de clientes/consumidores e incluso gente que ha crecido acompañada de ese sabor… al fabricante, sin más ni menos, le da por crear una “nueva receta” o un “nuevo sabor” y, de golpe y porrazo, nos dejan sin el producto “de toda la vida” y con un par de narices a los aficionados al producto, pues normalmente el “nuevo sabor” sustituye al original y este desaparece para siempre jamás del mercado.
Cuando era pequeño, recuerdo que había unos cereales de la marca Kellogg’s que me chiflaban. Eran los Miel Pops, una especie de maíz inflado y empapado en miel, que devoraba con fervor. Si conocéis los típicos Smacks (los de la rana), eran muy parecidos a estos: cada unidad del producto era un cereal individual inflado y recubierto con miel. Se suponía que había que echarlos a la leche, pero cuando me hacía con un paquete (mi madre no me los solía comprar todos los días porque ya sabía lo que pasaba), lo habría en cualquier momento en que estuviera por casa y empezaba a comérmelos “a palo seco”, uno tras otro, sin acompañamiento ni nada. Y así me podía hacer, tranquilamente, con todo el paquete. Eso no excluía que también me los echara en mi vaso de leche con cacao. Normalmente, hasta que no se acababa todo el líquido, no dejaba de echar. Y, si todavía quedaba un resquicio de la leche, al final estaba dulcíiiiisima…
Un buen día, mi madre trajo el típico paquete de Miel Pops y me dispuse a hincarle el diente. Pero algo diferente había en el envase, y es que aparecía la temible leyenda de “nuevo sabor”. Claro, para entonces para mí era desconocida, ya que no había tenido ocasión de encontrármela muchas veces en la vida. Pero en seguida aprendí el significado de aquellas palabras.
Cuando abrí el envase, en lugar de encontrarme mi granito de maíz sequito, crujiente y ligeramente esponjoso, me encontré con unas bolas infectas de una argamasa que parecía proceder de un subproducto del maíz, amasado todo junto y con una textura plasticosa y un sabor más que asqueroso. Aquello no había por dónde cogerlo. Ni echándolo en leche mejoraba la situación, porque aquella masilla que aguantaba junto todo el conglomerado lo hacía casi impermeable y aquello permanecía duro y con una textura plasticosa.
No hace falta ni decir que ese fue mi primer y único contacto con los “nuevos” Miel Pops. La explicación para el cambio para mí estaba clarísima: para la empresa debería ser mucho más rentable poder utilizar toda la fécula, los restos de fabricación de otros productos de maíz, coger también los granos pasados, cucados o roídos por animales, molerlos y hacer una pasta con ellos que tener que seleccionar todos los granos completos y en buen estado y descartar los menos agradables a la vista e inflarlos y recubrirlos uno a uno.
A mí me fastidiaron bien fastidiado, privándome para el resto de mis días de un producto que me encantaba. Pero dudo mucho de que la jugada de aprovechar hasta el último gramo de la materia prima de la más pésima calidad les saliera muy rentable: seguro que a muchos más clientes fieles como yo les pasó lo mismo y decidieron dejar de consumir el producto. Prueba de ello es que en pocos años los Miel Pops dejaron de estar disponibles en el mercado. En mi caso, además, asquado por la actitud de la marca, inicié una lenta pero sin vuelta atrás orientación hacia los cereales de marca blanca, que, dicho sea de paso, ofrecen el mismo producto (sobre todo en el caso de los repelentes y desaboridos Corn Flakes, probablemente el peor producto alimenticio que haya producido nunca el hombre) por mucho menos dinero.
Pues bien, recientemente he vuelto a experimentar esta desagradable historia en un producto de mi niñez y que viene acompañándome toda la vida. Se trata, en este caso, de los Huesitos. ¿Quién no los conoce? Son una ambrosía (también venía así definido en el envase) de barquillo recubierto con una capa de chocolate. Pues bien, hace como un par de meses que también han sufrido del desagradable fenómeno del “nuevo sabor”. En este caso, “nueva receta” o “receta mejorada”. Así es como nos lo vende el fabricante, y asegura haber hecho un estudio de mercado que confirma que el 80 por ciento de consumidores prefieren la “nueva receta”. ¡Vaya! ¿Cómo pueden afirmar eso, si yo soy uno de esos consumidores y a mí no me han preguntado?
¿Y en qué consiste esta supuesta “receta mejorada”? Pues básicamente en que le han cambiado el chocolate. Ahora, en lugar de una cobertura de chocolate “sin determinar”, aseguran utilizar el chocolate de la marca Milka, que, como todos sabréis, es superior a cualquier otro que exista en el mercado (ironía). Incluso le han cambiado el característico color marrón al envase y le han puesto el típico color morado de dicha marca de chocolate, y hasta nos han colocado la marca y el logo del chocolate de la vaquita. Pero ¿estamos consumiendo Huesitos o estamos consumiendo chocolate Milka?
La explicación a todo este destarifo es bastante más sencilla que un supuesto afán del fabricante por mejorar el producto. De hecho, todos los que conocemos y amamos los Huesitos sabemos que su receta es (era) inmejorable. Si no, no seríamos consumidores del producto. Dudamos mucho de que, con la nueva “receta mejorada”, vaya a haber una sola persona que de repente se aficione a los Huesitos que los hubiera probado con anterioridad y los hubiera descartado porque no le gustaran. Y, en cambio, es posible que ese 20% de consumidores al que la “receta mejorada” no le parece mejor dejen, como en el caso de los Miel Pops, de consumir el producto. El motivo, de nuevo, hay que buscarlo en “la pela”.
Para entenderlo, haremos un breve repaso de la historia de los Huesitos. Estos fueron creados en el año 1976 por la empresa Chocolates Hueso (creada en Ateca, Zaragoza, el año 1862 por José María Hueso). Esta empresa fue absorbida en 1989 por la multinacional de golosinas Cadbury, conocida también por vender bebidas refrescantes como Schweppes o 7Up. Cadbury se limitó a incluir su logo en un lugar discreto en el envase y siguió fabricando el producto que tanto éxito había cosechado desde hacía cerca de 30 años sin modificaciones en su composición. Pero llegamos a 2010 y, entonces, la multinacional es absorbida por otra multinacional aún mayor: Kraft.
¿Y qué pasa con Kraft? Pues que es un verdadero gigante, poseedor de multitud de marcas de alimentación y de otros sectores. Entre ellos -oh, casualidad-, del chocolate Milka.
Blanco y en botella, tenemos ante nuestros ojos un flagrante caso de autopromoción entre marcas de una misma multinacional. El único objetivo de esta “receta mejorada” es utilizar un producto de éxito, los Huesitos, como medio donde publicitar el chocolate Milka, haciendo visible los colores, el logo y el nombre de la marca allá donde haya un Huesitos. Y, tal vez, darle salida a excedentes de producción, aunque esto ya son elucubraciones, pero también es plausible, ya que, con la crisis, podría haber cientos de toneladas del producto en stock que, quien sabe, de otra forma se podría echar a perder.
Y ¿qué opinamos de todos esto? Pues, ademas de que nos parece lamentable utilizar la excusa de una receta mejor y aceptada ampliamente por la base de los consumidores para, simplemente, hacer publicidad y autobombo de un propio producto… de nuevo nos han vuelto a fastidiar a los aficionados, ya que, sin entrar a valorar si el chocolate Milka es bueno o malo, el que nos gustaba a los fans de los Huesitos era el chocolate original de estos, sin duda más puro y con más aroma y sabor.
Ya véis, Kraft ha entrado como un elefante en una cacharrería con los Huesitos, y en un año ha dejado 1000 veces más impronta en el producto que en todo el tiempo en que Cadbury fue la propietaria. En este caso, el desaguisado no ha sido tan gordo como en el de los Miel Pops, pero aún así… ¿qué queréis que os diga? Aunque todavía sigo reconociendo los Huesitos como lo que eran, ahora los noto como desustanciados, con menos sabor, menos saciantes, etc. Como si fueran un sucedáneo de ellos mismos. He reducido su consumo y, a este paso y con la manía que les estoy pillando por lo que nos han hecho con él, es posible que deje de consumirlos completamente.
Si las compañías fueran honestas, o inteligentes si realmente estuvieran siendo honestas, sacarían la versión nueva del producto manteniendo la original en el mercado, como hizo Coca-Cola cuando sacó una versión más dulce de su bebida (relanzó la receta original bajo el nombre de “Coke Classic”).