Hermenegilda era una señora diabética, con insuficiencia cardíaca y otros achaques debidos a sus 86 años, pero todavía sonreía y mantenía conversaciones adecuadas y coordinadas, a pesar de su perenne enfado por estar en una residencia para mayores asistida, y sus continuas intenciones de vivir sola en su casa como hasta que ingresó tras una fractura de cadera que le impedía seguir siendo una anciana autónoma en su casa; hoy día la catalogaríamos como un paciente crónico complejo.Aquella noche Hermenegilda no se encontraba bien, estaba adormilada no podía hablar bien y respiraba con dificultad, sus cuidadores llamaron a los servicios de urgencia domiciliaria, el médico que la atendió había perdido sus poderes, quizás por el cansancio, quizás por las altas horas de la madrugada, a lo mejor estaba quemado por la forma en que su empresa lo trataba, se había dejado imbuir por otro tipo de valores, que le atenuaban el poder de la sanación.Interrogó a los cuidadores escasamente y la exploró de forma parva, concluyendo y comunicando a la familia cercana y cuidadores que estaba en situación terminal y no había nada que hacer, sólo dejarla morir en paz.Unas tres horas después volvieron a llamar, esta vez a su médico que comenzaba la jornada laboral, comunicándole el diagnóstico y pronóstico de Hermenegilda.El médico que la atendió en esta ocasión conservaba los poderes que su título le concedía: hizo una correcta anamnesis y una exploración detallada, como consecuencia de ello hizo un diagnóstico correcto: Hipoglucemia severa, puso entonces en práctica el poder de la curación con un tratamiento adecuado y prolongó su vida unos años más.A los médicos, la sociedad nos ha dado una serie de poderes, con los que somos capaces de tomar variadas decisiones que pueden afectar a los pacientes enfermos y a los sanos, de una forma total, hasta el punto que con nuestra autoridad somos capaces prolongar o acortar vidas.El poder real del médico radica en la capacidad para curar, de decidir si una persona está o no enferma, de certificar si está capacitado para vivir en la sociedad de forma autónoma y eso se consigue sólo poniendo en práctica las aptitudes de nuestro arte sumándole además una actitud positiva en nuestro desempeño, esto quiere decir realizando correctamente nuestro trabajo sin dejarnos enmarañar por nebulosas adyacentes, que perturban la relación médico-paciente. Foto de Eugene Smith/LifeDr. Ernest Ceriani. Médico Rural. 1948Médico Rural