Tener los factores de riesgo cardiovasculares descontrolados, además de
representar más probabilidades de sufrir un infarto agudo de miocardio o un ictus cerebral, también puede ocasionar una obstrucción
venosa o arterial de la retina. La última es más grave. Y, aunque no es tan
frecuente como la venosa, sus consecuencias pueden ser fatales, ya que causa
pérdida de la visión repentina e
irreversible en la mayoría de los casos. Normalmente se produce por un pequeño
émbolo que se despega de las cavidades cardiacas o de la arteria carótida. El
émbolo es un coágulo que se desprende y se traslada por el torrente sanguíneo.
En este desplazamiento puede provocar la oclusión de un vaso de menor diámetro
y llegar a bloquear total o parcialmente el flujo de sangre. En ocasiones, este
émbolo se desplaza por la arteria oftálmica y tapona la arteria central de la
retina. Cuando esto ocurre el paciente tiene una pérdida súbita e indolora de
la visión. Afortunadamente no es muy frecuente, pero debido al aumento en la
prevalencia de factores de riesgo cardiovasculares, la incidencia podría ir en
ascenso en los próximos años Los cruces arteriovenosos son la principal causa.
Las venas y las arterias se van entrecruzando de forma normal, pero una persona
con hipertensión tiene las arterias más rígidas, lo que provoca que pisen las
venas. A veces se plantea la cirugía de
descompresión para liberar la vena. En la mayoría de casos con un tratamiento
médico o quirúrgico adecuado se mejora la visión, pero el buen control de los
factores de riesgo cardiovascular es clave.