Este sistema de vinificación tiene la ventaja de la inmediatez (haces y consumes en un breve lapso de tiempo) y la gracia de los colores y aromas liberados que, por supuesto, nada tienen que ver con los tipos mayoritarios de vinificación, en que se rompe la fruta y la fermentación tiene lugar por efecto inmediato de las levaduras. Es el vino de la casa, el vino de los potes, el vino de las tapas, el vino que suele salir bien barato y agrada. Pero no es oro todo lo que reluce, por supuesto. Y por mucho que los cuatro o cinco euros (a veces hasta 11-12€...), sean atractivos, hay que saber distinguir. Y cada maestrillo con su librillo, claro...Hay ya vinos "clásicos" que, año tras año, están entre los que más me gustan: siguen ahí, en 2011, el Fariña Primero 2011, de Toro (a 6€); R. 2011 de Remírez de Ganuza (sobre los 10€); Albiker 2011 (sobre los 4€), ambos de La Rioja; Colonias de Galeón maceración 2011 (6€), VT de la Sierra Norte de Sevilla. Añado a mi lista el Piedra Azul cosecha 2011, de Estancia Piedra, de Toro (5€). Tengo que probar el Muga Eneas 2011 (con más viura de la habitual), que promete (por lo leído...).
Por supuesto, también este Luberri cosecha 2011, de la familia Monje Amestoy (en Elciego, Rioja Alavesa: por cierto, qué bonita página web), que condensa un poco las virtudes (no hablo de defectos en estos vinos porque ya sabemos qué vamos a buscar en ellos y estoy aquí sólo con aquellos que más me gustan) de los vinos tintos de maceración carbónica. Suelen llevar, en la Rioja, un pequeño aporte de uva blanca, viura (en este caso, un 5%), que aporta estabilidad y brillo al color del vino y, por supuesto, algo de aromas. El resto, claro, es tempranillo a 13,5%. Hay que tomarlo sobre los 14ºC y bien conservado y tapado en la nevera, es un vino que mejora, sí, sí, mejora a las 24 horas de abierto. Tiene un hermoso color rubí, intenso, brillante y limpio. Y todos los sabores de la fermentación: a copa parada, es como cerrar los ojos y entrar en la bodega en el apogeo de la fermentación en los tanques. A eso huele este vino. Vino atractivo, vino zalamero, con golosinas de mora y de regaliz (pero no de palo, sino de goma roja). Me recuerda mucho el sirope de grosella, que los niños tomábamos con sifón: esa punzante, mínima, aguja...Dulzor acuoso de la grosella como protagonista. Tiene un punto herbáceo también, de la zarza de la mora. Y un posgusto mínimo de almendra amarga. Es, ahora mismo, un vino opulento pero que con las horas va ganando perfil y discreción. Empieza hablando casi a voz en grito y acaba en agradable conversación. Lo mismo le sucederá (a él y a todos los buenos de este tipo) con unos meses de botella. Irán afinando cualidades y perdiendo ese matiz de exageración que fomenta la maceración carbónica. En seis meses estará mejor que ahora. Aunque ahora, él y sus colegas, están ya bien apetecibles.