Lucio Fontana (Rosario
1899 – Comabbio 1968) nació en el seno de una familia de artistas,
lo que le permitió acostumbrarse desde pequeño a vivir rodeado de
pinturas y esculturas en su Argentina natal. Tras ser condecorado con
la medalla de plata al mérito por su actuación en la I Guerra
Mundial con el ejército italiano, regresó a tierras argentinas
(1921) para ponerse a trabajar en el taller de escultura de su padre.
Cuando alcanzó cierta
madurez artística, se decidió a abrir su propio estudio y se fue a
vivir de nuevo a Italia (1928), donde, a pesar de entrar en contacto
con los movimientos abstractos y expresionistas, su obra era de
marcado estilo realista.
En los años 40’, ya
como un artista respetado, decide alejarse de su pasado creativo y
crear un nuevo estilo pictórico, el
Espacialismo, ya que se sentía
limitado a la hora de expresar sus emociones. Concretamente, en 1946
escribe el “
Manifiesto Blanco”, en el cual defiende la búsqueda
de una nueva esencia en la pintura, en donde la forma, el movimiento
y el color deben ser las bases de un arte mayor que supere a la
pintura, la escultura, la poesía y la música.
El
Espacialismo fue un
movimiento coetáneo al
Expresionismo Abstracto estadounidense, y en
gran medida recogía varios de los principios defendidos por éste,
como la absoluta libertad del artista y la simplicidad de las obras.
Lo que los diferenciaba, era que el estilo desarrollado por Fontana
renunciaba al lienzo y al caballete, para buscar la tan ansiada
tridimensionalidad que permitiese captar el movimiento y el paso del
tiempo.
La obra de
Lucio Fontana
es fácilmente distinguible, ya que se basan en perforaciones o
rasgaduras realizadas con diferentes objetos cortantes, sobre un
lienzo tensado, que posteriormente pintaría bajo un férreo mono-cromatismo. Aunque en un principio estos agujeros puedan parecer
aleatorios y sin ningún sentido, la distribución de los mismos o su
dirección, muestran un complejo mundo interior del artista. Aquí, su obra.