Los estómagos de Luna Miguel se divide en cuatro partes más un anexo, en los que asistimos al universo poético de una joven poeta que ha sido obligada a deambular por el territorio de los extraños. A través de cada una de esas partes, asistimos al íntimo proceso del dolor que busca su propia catarsis: la de la nueva vida. El final de una vida siempre conlleva el inicio de otra, justo aquella que nunca imaginamos que deberíamos vivir, pero a la que el destino nos ha llevado, cual fuerza sobrenatural, invencible e infinita. Los rasgos poéticos de Luna Miguel, en este caso, giran en torno al dolor y a su expiación, y ella lo hace a través de su propia voz y la de otros que la han acompañado y la acompañarán a lo largo de sus días. Sombras que se adhieren a su piel, como si fueran uno más de sus gatos, recientemente reconvertidos en perros románticos. No cabe un testamento más duro y bello a la vez que el último poema de este poemario: «Ana,/ ahora te presento a tu hija que ladra:/ por ti fabricó barcos de papel,/ después, aprendió a quemarlos».
Ángel Silvelo Gabriel.