Fuerza visual escénica, textos especialmente cuidados, instrumentos nobles y arreglos musicales muy trabajados. Imagen sobria. Elegancia, belleza, fuerza. Todo delante de tus ojos. Esto es Luna y Panorama de los Insectos". ¿Alguien da más? Pues pasen y vean, porque como ya he leído en una de las reseñas que les han hecho: "los sonidos hablan y las palabras son la música de los deseos".
Este mágico recital a modo de la conjura de las danzas se abre con el tema Toda la tristeza, un cúmulo de expectativas clásicas sobre un fondo de ritmos alegres de cuerda y órgano con tintes de cabaret que ya nos proporcionan una idea de las necesidades interpretativas del grupo, ávidas de ritmos trepidantes que se encaraman al tejado de los sueños. Una percepción que se traslada a las teclas del omnipresente órgano de Agua bailada en el agua; una perfecta metáfora sobre la pureza del alma, y que poco a poco deviene en un profundo e intenso diálogo de instrumentos de cuerda que nos sitúan en un espacio diferente por el que transitamos sin miedo: "bailando infinito, entre tus abrazos". Una psicofonía de sentimientos tan universales como el amor y el dolor que se tiñen del romanticismo más puro en el inicio de Lobo poema perro, pero que casi al instante se diluye en una melodía de ecos tribales, como de otras cultural: "es el tiempo de los relojes que ya está dormido. Con un bastón de cristal que sólo sirve para dar un paso...", lo que convierten a este tema es una perfecta fusión de sonidos al servicio de un surrealismo poético que se fagocita a sí mismo; genial.
Notas de nana acuden al inicio de La vida es más pequeña, que de nuevo se refugian en los magníficos instrumentos de cuerda del grupo y que nos traen el lejano recuerdo de Madredeus en esa percepción tan sublime de la sensibilidad más extrema: "todas las sábanas, toda la voluntad, todos los barcos hundidos, y besar nada...", que se funde con un profundo lamento de cadalso, estremecedor en su sencillez. Un redoble de tambores que más tarde desaparecen en un ritmo endiablado plagado de insectos. Melodías que van hacia un profundo ragtime con violonchelo incluido, que atraviesa una y otra vez por las notas sincopadas que emiten los instrumentos y que van en la búsqueda de un vals entrecortado, pues no en vano la canción se titula Pequeño vals vienés, y que le sirve al grupo para homenajear a Federico García Lorca en un corte tipo final de ceremonia, y que nos lleva hasta el tema extra del disco titulado, No volver, donde regresamos a ese tono más oscuro de Luna y panorama de los insectos, en el que la gravedad de todos los instrumentos de cuerda se torna triste o apocalíptico: "no volveré al bazar de tus piernas, no volveré..., y no volver atrás." y que nos deja sumidos en el profundo sentimiento lírico de la pérdida: "y han vuelto a caer las flores muertas."
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Ángel Silvelo Gabriel.