"Acéptela, Señor;
es una oración para conjurar espejos."
(Teherán, aquel día de un año
que aún está pendiente de las Eras...)
De manera que estoy aquí,
esta noche, y declamo aquellos versos incomprensibles con todo vigor y claridad como para escucharme a distancia...:
El espejo se torna opaco,
lechoso;
ondea del piso al techo
como una bandera...
Cierro los ojos
antes que estalle...:
Una avalancha de polvo de vidrio penetra por mi boca y nariz, palpo con la lengua el serrín de cristales detrás de mis dientes...;
los pulmones me arden,
es un olor a química de fábrica...
Frente al marco vacío hay un cuerpo tendido, bocabajo; es una mujer por la perfecta curva de la espalda y nalgas; tiene apariencia de muñeca de trapo...; la espesa cabellera, de diferentes tonos y texturas; la piel como un continente, cada país tiene también un tono distinto...
Llego junto al cuerpo, lo volteo:
En un bello rostro de mujer
los ojos; uno azul, el otro negro,
cada uno con sus cejas y pestañas;
la nariz, griega;
los labios, como fruta madura,
cubren dos hileras de dientes perfectos...;
la boca no puede abrirse
el maxilar inferior no articula,
es un sólo hueso con el cráneo.
Hacia abajo:
Ombligo de mujer,
amplias caderas.
El pubis liso y lampiño;
ausente también el ano...
Por las heridas,
pues las tiene,
brota un miasma muy fluido y transparente
cuyo hedor invade la atmósfera del recinto...
(Poemas y fragmentos de la Short Story: "El ángel de los espejos.", Autor: Víctor José Guindo Singh.)