Para mí, no hay hecho más espantoso que estar a dieta, es sólo comparable al dejar de respirar, de mirar o de escuchar. Si, así de intenso es. Generalmente cuando debo escribir sobre comida, me refiero a ella con exagerado fervor y pasión. Pero hoy, no me queda otra opción que referirme a ella con profundo dolor y tristeza.
No tienen idea de la nostalgia que invade mi corazón, mi alma, mi ser (si, les dije que era exagerado), pero sobretodo no tienen idea del vacío angustioso que llena mi estómago y mi paladar insaciable en estos momentos.
Se siente como si estuviese de luto, queridos amigos lectores; es como si una gran parte de mi esencia se quedara con la comida con grasas saturadas que me embutía día a día.
Mi cerebro se comienza a fundir por la falta de chocolates, mi alma se muere sin las papas fritas y los sándwiches de queso derretido, y mi alegría… se las quedaron el azúcar, las tortas, el manjar y la lasaña.
Estoy definitivamente de luto, es que… haber perdido a mi amigo Sabor ha sido lo peor que me ha podido pasar en este tiempo. Y no sólo eso, ver que otros pueden disfrutarlo sin culpa me disgusta, saber que otros la pueden probar me causa pena, entender que lo debo dejar, me frustra!!!!.
Soy otra, ando de mal humor, me amargo por tonteras… es que, amigos míos, haber perdido a un ser tan importante como la Comida me ennegrece la vida (imaginen la cara de pena que tengo en estos momentos cuando escribí esta frase).
Para los que no lo saben, tengo un padre chef (si, la maldición en el paraíso de mi vida), para mí, él es como mi duende mágico de la comida. Trata día a día de apaciguar mi dolor con inventos sabrosos a base de frutas, verduras, y pescados, pero, como es lógico, mi mente me sigue exigiendo las pastas, las tortas, y las costillas recién horneadas que le quedan de maravilla.
Echo tanto de menos a los señores Carbohidratos… Ay querido Arroz!, Ay querido Pan! sin ustedes a mi lado a veces todo se siente desfallecer.
Amiga Comida, amigo Sabor, amigo Azúcar. El día en que decidí dejarlos fue con todo el optimismo que podía reunir en el planeta. Ahora, me arrepiento, a medias… a medias porque nunca imaginé que los extrañaría tanto.
Dejarlos a significado perder un par de kilos, pero… debo bajar 30 para ser alguien normal y saludable, eso significaría entonces estar a dieta hasta que me muera. Si lo logro (cosa que dudo mucho), creo que a esos kilos también los voy a extrañar.
Perder mi grasa, mis rollos, mi humanidad gorda también es otro dilema aparte. Cambiar de cuerpo y de “ser” no ha sido para nadie una tarea fácil, y para mí… mucho menos, créanme. Seguiré tratando de entender porque dejar de comer me causa tanto dolor…, si, me quiero mejorar y lucir algún día un bikini con lunares amarillos en la playa.
Pero, también me cuestiono día a día (desde que todo esto comenzó) si este hecho vale realmente la pena… Me gusta quien soy, como soy, y la persona que me mira cuando me paro frente al espejo, amo mi cuerpo deformado por los kilos, que han hecho incluso que tenga aventurillas con alguno que otro guapetón que tenía la fantasía de estar con alguien con mi contextura. Pero también se que esto es una bomba de tiempo y que algo debo hacer para mejorar algo de esta rara y tan común enfermedad.
Algún día comida mía, amiga de tantos, tantos, tantos momentos inolvidables, compañera de viajes por Miami y Disney World, fiel compañera de mi padre, volverás a ser parte de mi, de mis dientes, de mi paladar insaciable, mi estómago y mi lengua. Mientras me apartaré un poco de ti, aunque de seguro, pronto volveré a caer en el pecado de la Gula, y volveremos a salir de farra por algún lugar del mundo o nos volveremos a reunir en alguna noche de pena.
Espera por mí… yo, mientras tanto, trataré de no respirar para extrañarte menos.
Julia Gabriela Chang.