En realidad, ¿por qué escoger estos dos países? En el segundo o tercer día de la guerra la canciller Angela Merkel no fue la única en declarar que apoya a Israel. Toda la Unión Europea apoyó a Israel y su derecho “a defenderse”.
Sí, Francia y Gran Bretaña se retorcieron un poco la semana pasada, haciendo algunos débiles sonidos de protesta. Pero todavía resuena la posición original de la UE declarada el 22 de junio. Acusó al lado bajo el prolongado sitio israelí de causar la escalada. Es el lado que, a pesar de todas las declaraciones europeas sobre su derecho a la autodeterminación y a un Estado independiente en Cisjordania y Gaza, sigue estando bajo ocupación israelí después de 47 años.
Los Estados miembros de la UE y, obviamente, EE.UU., dieron a Israel la luz verde para matar, destruir y pulverizar. Culparon sobre todo a los que lanzaron los cohetes, a los palestinos. Los cohetes estaban haciendo estragos en el “orden” y la “tranquilidad”, poniendo en peligro la seguridad de Israel, que es tan débil y vulnerable, y siempre se le ataca sin razón alguna.
Básicamente, EE.UU. y Europa están apoyando el status quo bajo el cual se separa la Franja de Gaza de Cisjordana. El sitio israelí de Gaza y la opresión de la población palestina en Cisjordania son la tranquilidad, el orden y la seguridad de Israel. Quienquiera se atreva a violar esta situación debe ser castigado. En sus apasionadas declaraciones sobre el derecho de Israel a defenderse los funcionarios de la UE no mencionan el derecho de los palestinos a la seguridad o protección del ejército israelí.
Europa y EE.UU. no dieron a Israel luz verde para intensificar el ataque (destruir, matar e infligir sufrimientos en una escala sin precedentes) al estallar las actuales hostilidades. Ya la dieron en 2006, cuando encabezaron el boicot del gobierno de Hamás elegido democráticamente.
Incluso entonces prefirieron castigar colectivamente a toda la población palestina ocupada mientras ignoraban el motivo principal por el cual esa organización había logrado una mayoría: el régimen palestino preferido que Europa había apadrinado, la Autoridad Palestina. Ese régimen sigue estando manchado por dos males, la corrupción y el hecho que sus tácticas diplomáticas no han logrado conseguir la independencia.
La conducta de la AP ha llevado a una situación en la cual las negociaciones, una disposición favorable a llegar a un acuerdo de paz con Israel e incluso la oposición a una lucha armada por razones morales y prácticas, se han convertido en sinónimos del enriquecimiento de un pequeño grupo, además de su desprecio de los derechos y condiciones de la mayoría de la población.
Ni tranquilidad ni orden
Se puede comprender que expertos en seguridad israelíes malinterpretaran repetidamente las corrientes tanto abiertas como subterráneas que existían en la sociedad palestina, que una y otra vez alteran la “tranquilidad”. Los cerebros de esos expertos no están programados para comprender que la tranquilidad y el orden que supuestamente deben preservar no son ni tranquilidad ni orden.
Hace dos semanas Jacob Perry, el favorito del público y personaje clave en el documental The Gatekeepers, dijo que esperaba que el establishment de la seguridad lograra contener la última ola de manifestaciones en Cisjordania.
“Esas manifestaciones son malas para ellos y para nosotros”, dijo el antiguo jefe del servicio de seguridad Shin Bet de una manera típicamente paternalista. Por cierto, el ejército, que no esperó su consejo, sigue matando manifestantes que no ponen en peligro las vidas de soldados. Lo hacen cada semana y hieren a docenas (dos más fueron asesinados este fin de semana). Incluso después de 47 años los funcionarios de la seguridad no comprenden que la opresión no lleva a la sumisión. En el mejor de los casos, solo posterga un enfrentamiento mucho más sangriento, como sucede ahora en Gaza.
¿Pero qué pasa con los expertos, trabajadores de la ayuda, diplomáticos y consejeros civiles y militares de Europa, y las lecciones acumuladas durante muchos años de colonialismo? Sería de esperar que toda esa gente y eventos hubieran impedido que Europa cometiera un error tan eminente en 2006, del cual surgieron todas las escaladas empapadas en sangre palestina.
El boicot de Hamás, que en efecto fue un boicot político del pueblo palestino en los territorios ocupados, alentó a Fatah y al presidente de la AP Mahmud Abas para que invalidaran los resultados de la elección por medios no democráticos. El boicot y el desdén occidental por el resultado de las elecciones solo incitaron a Hamás hacia canales extremos y desesperados, convirtiéndolo en un mártir y una alternativa respetable en la mente del público.
De hecho, esto no fue un “error” sino más bien una decisión consciente. Los países europeos y EE.UU. están dispuestos a invertir miles de millones de dólares en los territorios palestinos para la reconstrucción de los escombros creados mediante el uso de armas estadounidenses y probablemente europeas. Esos dólares tienen que ver con desastres humanitarios causados por la ocupación israelí.
Europa y EE.UU. están dispuestos a financiar carpas, alimentos y agua a fin de domesticar a una dirigencia a las que esas donaciones mantienen cautiva. Por ello esos dirigentes prometen no perturbar la tranquilidad y el orden. Occidente no se preocupa de la justicia y de los derechos de los palestinos, sino de mantener la “estabilidad”.
Alemania y Austria destacan particularmente. Debido a ellos existe la impresión de que la Unión Europea apoya tanto a Israel debido al sentimiento de culpabilidad por el asesinato de judíos europeos bajo la ocupación alemana y debido a un compromiso moral con el heredero directo de ese capítulo en la historia, el Estado de Israel.
Amparados por el Holocausto, no es necesario discutir los intereses occidentales, sean estadounidenses o europeos. Estos incluyen el control continuo, mediante agentes de confianza, de recursos de petróleo y gas, la protección de mercados y la salvaguardia de la “seguridad” de Israel como potencia occidental, considerada una entidad estable que puede contener y contrarrestar los cambios en la región.
Si los países europeos, especialmente Alemania y Austria, les interesara verdaderamente la seguridad de los judíos en Medio Oriente no seguirían subvencionando la ocupación israelí. No darían a Israel una luz verde permanente para matar y destruir.
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Amira Hass es corresponsal de Haaretz en los Territorios Ocupados. Nacida en Jerusalén en 1956, Hass se sumó a Haaretz en 1989, puesto en el que permanece desde 1993. Como corresponsal para los territorios pasó tres años viviendo en Gaza, que sirvió como base para su aclamado libro Drinking the Sea at Gaza. Ha vivido en la ciudad cisjordana de Ramala desde 1997. Hass es también autora de otros dos libros, ambos recopilaciones de sus artículos.
Fuente original: http://zcomm.org/znetarticle/a-european-green-light-to-kill-destroy-and-pulverize-gaza/
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.