Madame de Staël: la mujer a la que Napoleón temía.

Publicado el 01 octubre 2017 por Mj Sol
Nadie conoce a Anne-Louise Germaine Necker y pocos a Madame de Staël. Quienes saben de ella se interesan más por su ajetreada vida sentimental que por su obra literaria y su actividad política. Germaine fue escritora y filósofa, muy afamada por su salón literario. Destacaba por ser una mujer muy inteligente, culta, de admirable elocuencia, defensora de la libertad y precursora del feminismo. Introdujo el romanticismo alemán en Francia, fue una incansable viajera (en parte por afición, en parte por los exilios que sufrió) y se codeó con los más destacados filósofos, intelectuales, escritores y políticos de la época (Diderot, D’Alembert, Buffon, Madame du Deffand, Talleyrand, Schiller, Goethe…). Aunque sufrió la incomprensión y la crítica de mucha gente, fue una de las personas más influyentes de finales del siglo XVIII y de todo el siglo XIX; de hecho, en la época se decía: 
En Europa hay tres grandes potencias: Gran Bretaña, Rusia y Madame de Staël.
Fue hija de Jacques Necker, ministro de Luis XVI, y de Suzanne Curchod. Desde pequeña asistió al salón literario de su madre y asombró con su inteligencia y oratoria a todas las personalidades que acudían a debatir sobre literatura, filosofía y política.

"Al inteligente se le puede convencer; al tonto, persuadir". 

Siendo aún una jovencita se casó, siguiendo las órdenes de su padre, con el barón de Staël-Holstein, embajador suizo en Francia. Fue un matrimonio de conveniencia: a su familia le convenía el título nobiliario y a él, la fortuna de los Necker. Aunque hoy en día, la mayoría de las personas creen que el amor debe ser el verdadero motivo del matrimonio, durante muchos siglos esta fue una idea minoritaria. Germaine, que sabía lo que era casarse obligada, defendió durante toda su vida la libertad de escoger a la persona amada y la igualdad de la mujer y el hombre dentro del matrimonio. No utilizó su legendaria elocuencia para criticar a su marido, ya que él le dejaba hacer su propia vida y se desentendía de sus relaciones extra conyugales.  Deseosa de limitar el poder del despotismo monárquico, apoyó en los primeros momentos la Revolución francesa y fue partidaria de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano que la Asamblea Constituyente aprobó en 1789. Pero pronto descubrió que ese “hombre y ciudadano” del título, no era genérico. Los revolucionarios no dejaban de hablar de derechos y libertades, pero solo para los hombres, las mujeres continuaban relegadas al ámbito doméstico. La decepción entre el género femenino fue tal que Olympe de Gouges respondió con la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana en 1791 donde interrogaba de esta forma: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta”. Fue condenada a morir en la guillotina. Subiendo al cadalso pronunció sus últimas palabras: ”Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?”.

Carta de Mme de Staël a Mme
 de Récamier. Germaine dijo en una
 ocasión: "La murmuración se parece
al humo porque se disipa pronto,
pero ennegrece todo lo que toca".

Germaine no dejó de luchar por los derechos de las mujeres y todo aquello fue una gran desilusión. Entonces, centró sus esperanzas en que una monarquía constitucional pudiera solucionar la situación del país.
Cuando María Antonieta también fue condenada a morir guillotinada, Madame de Staël salió en su defensa. No consiguió salvarla, pero, en cambio, logró librar a muchos otros de morir en los brazos de madame guillotine. Supo anticiparse a la llegada del Terror y marcharse a tiempo de salvar la vida. Atrás quedó su legendario salón, que había sido el principal centro literario, político y filosófico de la capital. Madame de Staël se retiró a Coppet, Suiza. Continúo con su actividad literaria y abrió otro salón donde, de nuevo, se dieron cita los mayores intelectuales de la época. Allí se reencontró con Benjamin Constant a quien conocía de un viaje anterior, y que se convertiría en el amor de su vida. Con él mantendría una larga, pero tormentosa relación.Tras una breve estancia en París tuvo que exiliarse de nuevo, pero en 1797 ya estaba de vuelta y pudo reabrir su salón. Poco después murió su marido, de quien llevaba tiempo separada.

"Los hombres no cambian, se
desenmascaran". 
Madame de Staël.

Es en esta época cuando conoció a Napoleón y quedó fascinada por él. No solo puso sus esperanzas políticas en Bonaparte, sino también sus deseos amorosos. Nunca fue correspondida, él prefería a las mujeres calladas y sumisas.El futuro emperador acudió varias veces a su salón, pero nada resultaba de su agrado. Aunque las tertulias solían ser ordenadas y con riguroso turno de palabra, a Napoleón le disgustaba que Madame de Staël fuera el centro de atención, le molestaba su gran inteligencia y oratoria, temía el ambiente demasiado liberal y las ideologías que allí se reunían. Sabía que su enorme influencia resultaba un auténtico peligro para sus planes. Los dos protagonizaban auténticos duelos verbales.En una de estas tertulias Madame de Staël exponía sus ideas y todos parecían conformes con sus palabras, todos menos Napoleón, que no dejaba de negar con la cabeza. Germaine se percató de ello y le preguntó si estaba en desacuerdo con lo que decía.-No estoy en desacuerdo- contestó Bonaparte –Lo que me preocupa es que una mujer hable de política.-¿Le extraña que las mujeres nos interesemos por la política en un país en el que nuestras cabezas ruedan segadas por la guillotina? ¿Le extraña que, las pocas que quedamos, nos preguntemos por qué?Napoleón desconfió de ella y de su salón desde el primer momento. Madame de Staël se decepcionó de él en poco tiempo. El choque definitivo se produjo cuando Germaine le preguntó quién era para él la mujer más importante y Napoleón contestó: “Aquella que pueda traer al mundo mayor número de hijos”. La baronesa lo miró con total seriedad, pero sin permitir que su rostro reflejara el horror que le había producido su respuesta. Desde entonces comenzó una guerra abierta entre ellos. Napoleón no dudó en cerrar el salón de Madame de Staël, censurar sus obras y, aprovechando uno de sus viajes, prohibirle volver a Francia.

Varios ejemplares de "Delphine".

Son muchas las obras que escribió Madame Staël, pero fue Delphine, la desencadenante de su exilio. Con esta novela de corte feminista, inaugura el Romanticismo en Francia. En ella expone abiertamente sus ideas sobre el amor, defiende la libre elección de la pareja, critica los matrimonios de conveniencia y a la sociedad de la época y denuncia la pérdida de derechos de las mujeres. En Francia causó un gran revuelo y fue tachada de antipatriótica, pero triunfó en toda Europa.Germaine volvió a su salón en Coppet, único lugar de la Europa Napoleónica donde se le permitía vivir, y lo convirtió en un referente internacional. Constant permaneció a su lado unos años más, pero terminó por casarse con otra. Madame de Staël le correspondió de igual forma y contrajo matrimonio con Alberto de Rocca.No dejó de viajar y de escribir. En  1807  publicó Corinne o Italia, su obra más famosa. Aquí aprovecha para defender la inteligencia femenina, su sensibilidad superior y exigir la igualdad en la educación. Esta obra tuvo una gran influencia en las escritoras de la época y supone un cambio en la narrativa que marcará todo el siglo XIX. La protagonista, una mujer extraordinaria, tiene que enfrentarse a la incomprensión y la presión de la sociedad. Muchos ven en Corinne un rasgo autobiográfico que la misma autora parece confirmar en una de sus declaraciones:
Cuando uno escribe para satisfacer la inspiración interior del alma, uno da a conocer por lo escrito, aun sin quererlo, hasta la más mínima fibra de su ser y de su pensamiento.

En 1810 escribió De l’Allemagne, obra influenciada por los románticos alemanes y que popularizó el movimiento en Francia, donde eran unos desconocidos. Goethe se deshizo en alabanzas, pero nada impidió que Napoleón secuestrara la obra y quemara los 10.000 ejemplares preparados para su publicación. El gesto de Bonaparte solo retrasó lo inevitable, pues un juego de pruebas se salvó de la destrucción y, puesto a buen recaudo, se publicó en Londres tres años después, consiguiendo un enorme éxito.

En cierta ocasión alguien le preguntó a Madame de Staël:
“¿Por qué las mujeres bonitas tienen más éxito entre los
hombres que las inteligentes?, y respondió: “Muy sencillo:
hay muy pocos hombres ciegos, pero abundan los estúpidos”.


Madame de Staël no cesó de denostar a Napoleón desde su exilio y él le respondía con furiosos mensajes sin tregua y prohibiéndole toda publicación. Ya no estaba segura en ninguna parte y las pesadillas se sucedían imaginando que su enemigo ordenaba matarla. Solo la caída de Napoleón en 1815 le devolvió la tranquilidad y le permitió regresar a París, como era su deseo más anhelado. Allí reabrió su salón, que volvió a llenarse de intelectuales y políticos. Pero su dicha duró poco tiempo. El 14 de julio de 1817, hace ahora 200 años, la vida de Madame de Staël se apagó y sus hijos cerraron el salón para siempre.
No sé exactamente que debemos creer, pero debemos creer. El siglo XVIII no hizo más que negar. El espíritu humano vive de sus creencias (…) Creed en algo.