Madres que no saben amar

Por Yolanda Pérez @psicolunablog
Madres que no saben amar

Normalmente he sido bastante crítica  con los modelos teóricos que sostienen que los primeros años de vida son el espacio en el que hay que indagar para conocer el por qué de determinados malestares emocionales.

Por el colectivo en el que trabajo, personas especialmente vulnerables,  me cuesta pensar que no exista  solución a una infancia en desventaja.  Es evidente que relaciones de abuso en el entorno familiar pueden generar consecuencias devastadoras en una o varias áreas de la vida (salud física, salud emocional, rendimiento intelectual, relaciones interpersonales, etc).

Sin embargo, veo diariamente que estas personas trabajan para sentirse mejor y salir adelante a pesar de sus dificultades. Es cierto,  que este camino suele ser muy pero que muy largo y  también, necesitado de múltiples apoyos para mantenerse.

Algo  me hacía rechazar la idea de que estas secuelas pudieran estar generadas por acontecimientos tan tempranos.

Sin embargo, mis años de experiencia me han llevado a cambiar mi punto de vista.

  • A pesar de que continúe siendo cierto  que la resiliencia  permite renovar la motivación para seguir avanzando y mejorando
  • Y también, que muchos recursos y técnicas de atención psicológica centrados en el presente, mejoran el funcionamiento global y reducen el nivel de malestar emocional.
  • O que incluso ese daño emocional nos ha llevado a determinados éxitos por nuestra asociación me quieren no por lo que soy sino por lo que hago

Pero,

 En el trabajo de atención psicológica, independientemente del origen social  y  la situación actual de la persona atendida, es muy habitual encontrar  que tras una depresión que no termina de desaparecer, una  ansiedad cuyos síntomas se controlan pero que una y otra vez se asoma en determinados momentos vitales o incluso tras determinados comportamientos autodestructivos, existe ciertamente una herida emocional muy profunda en la que están implicadas las figuras de referencia primarias y muy especialmente,  las madres.

No hace mucho, en el transcurso de la enésima discusión con mi madre, ya ni siquiera recuerdo  sobre  qué, ella hizo una reflexión que ahora me  parece la clave de esa herida que presentan  muchas de las personas que sufren de ese sentimiento de inadecuación, vacío eterno o de falta de valía:

No podemos mandar en los sentimientos de los demás. Si alguien no nos quiere, no podemos cambiar sus sentimientos

Parece una afirmación sencilla de entender a nivel racional  (ante relaciones con amigos o conocidos, en situaciones de enamoramiento no correspondido, etc)

pero

  • ¿Como digerimos a nivel emocional qué  esa persona  por cuyos sentimientos
En el proceso de desarrollo de nuestra identidad es imprescindible la existencia de una figura-espejo en la que podamos vernos reflejadas.
En ocasiones, la dificultad de la figura materna para empatizar y aceptar incondicionalmente a la hija, genera daños emocionales cuyas secuelas se mantendrán en el tiempo hasta ser resueltos con una terapia.

no queremos (consciente o inconscientemente) dejar de pelear, cuyos sentimientos de rechazo no queremos aceptar, es la persona que nos dio la vida?

  • ¿Qué sucede cuando nuestra madre no ha podido, no ha sabido o no ha querido amarnos?
  • ¿Cómo podemos saber quiénes somos,  si esa persona que participó en la construcción de nuestra identidad- nuestra madre-nos miró con  una mueca de reproche contínua o quizá ni siquiera nos miró,  porque siempre tenía otra cosa más importante que hacer o atender?
  •  ¿Cómo se puede superar esa herida y reconstruir una imagen de nosotras mismas que lleva distorsionada desde hace tanto tiempo?

En Madres que no saben amar, la psicoterapeuta Karyl McBride presenta un relato sobre las secuelas que madres centradas en sí mismas y en sus necesidades, generan en sus hijas. Esboza también el inicio del  doloroso camino hacia la curación.

Yolanda P. Luna