Como comentaba en una entrada anterior sobre un viaje a Castellón, Peñíscola, Morella y los olivos del Maestrazgo, recorrer parte de la vía Augusta para hacer fotos y apuntes de estos olivos milenarios era el objetivo de mi visita. También darle un abrazo a un pedazo de olivo de esos que abundan por allí. Y probar su aceite. El objetivo se cumplió con creces, aunque mucho me quedó por ver y seguramente no dí con los más vetustos. Los olivos de esta entrada son de Sant Mateu y de Xert.
Parece ser que los trajeron los fenicios a la península, sobre el 1100 a.C, que los griegos y cartagineses comerciaban con el aceite de estos olivos, promocionando su cultivo por parte de los nativos, de forma que tartesos y turdetanos ya producían y consumían variedades domesticadas del acebuche. Como sus huesos son duros de roer, como las monedas, en las excavaciones dejan su firma. Los romanos, siguieron plantándolos o haciéndolos plantar, igual que los árabes. Por la edad de algunos de ellos, hace casi veinte siglos que algún romano aderezaba su ensalada con aceite del mismo árbol del que yo lo hago ahora, algo que hace que se me pongan los pelos de punta al aliñar los tomates con gotas de historia líquida. Aunque ya había olivos, fueron los romanos los que trajeron de oriente medio los plantones de la variedad farga, que parece ser la que mejor se lleva con este terreno, alcanzando aquí esa edad asombrosa. Es el Mestrazgo el lugar del mundo con mayor concentración de estos olivos milenarios, que también hay en otros lugares, aunque ejemplares sueltos, no más de 4000 como aquí tienen censados. Y bautizados con su nombre propio muchos de ellos.
Tal vez desde entonces se hayan apropiado los romanos, los italianos de hoy, del comercio de este aceite, haciendo pasar por suyo el ajeno, es decir, el nuestro, aunque ya vamos espabilando. España, primer productor de aceite en el mundo, obtiene en un año de buena cosecha más que entre los tres siguientes países que más lo cultivan: Italia, Grecia y Turquía. Aunque en Grecia y en Roma se cultivaba, ya desde la antigüedad aquí venían para buscar el mejor, digno de aparecer en sus banquetes en la mesa o iluminando las salas. Los griegos necesitaban mucho pues a los ganadores en los juegos olímpicos les regalaban varias toneladas de aceite. Hoy los arreglan con una medallita, muestra de la degeneración de los tiempos.
En casi todo el Mediterráneo sus frutos se denominan con palabras que derivan de la semítica 'ulu', que en griego fue elaia, oleum en latín y de allí óleo, oliva, huile, oil, oli y öl en alemán. En español tenemos además aceituna y aceite, derivadas del hebreo 'zait', que pasó al árabe 'zaitum", y al-zait o azzait. También la raíz es semítica, 'zai', que servía para aceite y para iluminación. Recordemos que los templos y palacios se iluminaban con lucernas o candiles llenos de aceite de oliva. Uniendo ambas etimologías tenemos el aceite de oliva, evitando redundar al decir aceite de aceituna. De lo anterior podríamos derivar al Monte de los Olivos, a los santos óleos y a las luciérnagas, a la paloma con una ramita en olivo en la boca que indica que ha dejado de diluviar, que Dios está de nuevo en paz con los hombres. Mejor dejarlo aquí. Las palabras también dejan buen sabor y sirven para aliñar las ideas.
Como mi blog va más de acuarelas que de aceite, no está demás comentar que todas las que ilustran esta entrada se han pintado con pigmentos de Daniel Smith y pinceles de Escoda. Casi todas ellas con papel de Garzapapel. El verde de los olivos se ha obtenido con Dark Sap green, Perylene green y algunos toques de Jadeite. Cuando se buscan esos grises que son tan propios de los olivos, conviene recuperar los posos de la paleta que, mezclando todos los colores usados previamente, suelen proporcionar un gris verdoso indeterminado que viene al pelo.
También sería conveniente comentar cuánto cuesta, al menos a mi, parecer descuidado y espontáneo. Cuando en alguna acuarela, como es el caso de la primera, el fondo está resuelto con cuatro brochazos de lo que parece cualquier color, aplicados de cualquier forma, o resumir un olivo al fondo con una sola pincelada, resulta ser lo más arduo y meditado, lo que más me cuesta, lo que más arriesga... Esos toques que parece que se han dado, con perdón, como quien pisa una mierda, escatologíca expresión que suelo utilizar cuando alguien hace algo difícil sin aparente trabajo. A mi me cuesta muchísimo y lleva a la papelera gran parte de los trabajos que inicio.
Un buen ejercicio es tomar por modelo un cuadro ajeno, reinterpretarlo, tomar los elementos esenciales y eliminar cuanto sea posible, renunciando a los detalles, modificar el color, simplificar las formas... Como se intenta hacer a partir de una foto y de la forma en que los apuntes al natural suelen resultar. El siguiente se ha basado en un cuadro al óleo del pintor Elidon Hoxha.
En mayo de 2102, en otra entrada de mi blog, ya hablaba de estos olivos asombrosos y dibujaba con tinta china este hermoso ejemplar. Para evitar búsquedas a quien pudiera interesarle el tema , me cito a mí mismo:
[...] Para estudiar los olivos me he estado ilustrando con fotos de los ejemplares milenarios del Maestrazgo, en Castellón, la mayor acumulación mundial de estos monumentos vivientes. Muchos son romanos, como el acueducto de Segovia, y de la misma edad, pero además puedes poner su aceite en la ensalada, lujo asiático que pocos monumentos permiten. Con unos nueve metros de calibre los más viejos, lo que requiere más de 2.000 años de cuidados, en el Territorio del Sénia, donde se juntan Aragón, Valencia y Cataluña, hay censados más de 4000. Un museo viviente inexplicablemente conservado.
Por haberlo mantenido así, habría que erigir un monumento a los agricultores de la zona, pues gracias a ellos están todavía en pie, a pesar de que un olivo alcanza el máximo de producción a los 65 años, edad de la jubilación humana -al menos lo era hasta la catacumbre actual-. A partir de entonces, cada vez dan menos olivas. Echando cuentas, cuando Jaime I tomó Morella, en 1232, ya estaban hermosos, aunque producían poco, pues ya habría ejemplares de más de mil años, plantados por los fenicios y por los romanos. Cuando Almanzor debían de estar en todo los suyo. Tengo que estudiar mejor este tema.
Aunque no con esa asombrosa acumulación, hay ejemplares similares en muchos lugares de España. En Cieza, Mallorca, Andalucía... Me estoy acordando de "La vida de Brian". Roma se llevaría mucha plata, todo el oro, aceite, trigo, estaño, junto con algún nativo al que llegó a hacer emperador, bailarinas gaditanas... es decir, todo lo mejor que el terreno de Hispania podía ofrecer. Pero también dejó muchas cosas. Se ha dicho que en España lo que no hizo Carlos III lo habían dejado hecho los romanos. Siempre ha sido así y con la historia no hay que llevar contabilidad. En paz estamos. [...]