Hace muchos años, alguien se empeñó en demostrar que el polvo de piedra podía ser útil para abonar la tierra y hacerla más fértil. Fue perseguido por las grandes empresas químicas y estigmatizado. Con los años, Julius Hensel acabó escribiendo un libro que se hizo famoso entre quienes quieren trabajar la tierra con aquello que la tierra les da: Panes de piedra, se tituló. En la charla con Gorka Mauleón (Bodegas Compañón Arrieta, en Lanciego, Rioja Alavesa), pensaba en esa paradoja: su vino emblemático (¡por ahora!), su primer vino además, se llama Malas Piedras 2013, pero sé que de él acabarán naciendo panes. Viene el nombre porque uno de sus viñedos (Anago, plantado en vaso y en policultivo de olivos y frutales) tiene la roca madre muy a flor de suelo...Y las "malas piedras" hicieron que el trabajo de quien plantó (padres, abuelos, suegros) fuera muy duro. Y hace, también, que el trabajo de las cepas, hoy, para encontrar su alimento no sea fácil.
Antes podían éstos ser problemas (la tierra más difícil de trabajar era de más fácil acceso porque nadie la quería...). Hoy, para Itxaso y para Gorka, son casi bendiciones. No sólo están sacando "panes" (vida para ellos y su familia) de esas piedras. Están empezando a saber cómo "multiplicarlos" en vinos. No tiene nada que ver, por supuesto, con la cantidad, sino con la calidad, con la baja producción y con la sensibilidad con que afrontan su labor. La tierra les viene de familia (el Plano, Anago, Basconegro, Balondo) y la tradición, también (los inicios de la bodega, cómo hacer el vino de siempre, de antes). Pero ellos habían elegido otro camino para sus vidas, lejos del pueblo y con vocaciones que nada tenían que ver con la viticultura. La desgracia les llevó de nuevo a Lanciego. En la muerte, que siempre llega imprevista y golpea sin avisar, supieron ver oportunidad y encontrar fortaleza. Sus caras, hoy, y sus palabras hablan por ellos: son gente feliz en su mínima bodega, hablan de lo que pasó sin resentimiento y se concentran en un presente de base sólida, que les abrirá un futuro de campos cada vez más sanos, trabajados con respeto diario y con una fruta llena de vida que les dará mejores vinos.
Muy pocas Ha (suyas apenas 2) en Lanciego, entre los llanos, laderas y montes que se mueven hacia el norte y el este. Viñedos de buena edad ya los emblemáticos (de donde sale la uva del Malas Piedras), plantados entre 1965 y 1980, con la orientación que pide cada pago. Este-Oeste en algún caso, Norte-Sur, en otro, según las correntías de las aguas pidieron: espectacular El Plano, de 1966, en el que las raíces poderosas de las cepas han creado terrazas de forma natural en el viñedo al retener la tierra que iba hacia el río. Único el Basconegro, de 1965, donde el marco de plantación indica ya la sensibilidad de quienes plantaron (la mejor fruta nace de la competencia entre plantas) y donde el tempranillo y la malvasía van a dar las grandes alegrías del futuro de esta bodega. Certificados en ecológico y con las primeras prácticas de biodinámica en marcha (sílice por ahora, camino del abono compostado), son tierras apenas labradas (cada dos años), sin regadío (en Lanciego son excepción...) y con respeto y fomento de algo que en la Rioja es ya difícil de ver, el policultivo, que favorece todo, sobre todo la polinización y una vida más rica en insectos.
Malas Piedras 2013 es su primer vino y el 2014 apenas anda recién embotellado. Nace de un muy mayoritario tempranillo al que se añaden buenas cantidades de viura y malvasía, incluso unos racimos (una cepa, ¿eh?) de garnacha. Aunque la uva se despalilla y la maceración es muy extractiva, la fuerza de estas uvas es tal y la necesidad de Gorka de llevar el sabor de la fruta a la botella es tan grande, que ésta se impone, con sutileza (ayudan mucho las barricas de 500L, que acompañan pero no distorsionan) pero con decisión. La nariz es fina y domina el tempranillo y las variedades blancas. La boca es redonda y amplia, más ancha que larga y parece, casi, que domine la garnacha. Pero no hay... apenas. Es el efecto de la tierra sobre la uva, el impacto alimenticio de suelos apenas tratados ni labrados, donde la arcilla y la cal imponen redondez y explosión de sabores en las tintas y sutileza y profundidad en las blancas. Vino azul, vino serio, vino con empaque pero también con alegría. Arrayán. Zarzamora. Arcilla. Seriedad y voluptuosidad. Fragancia del campo. Tomillo. Tempranillo terso. Vino lleno de los matices de la vida en el campo.
Vino en equilibrio con su tierra y con las uvas y personas que lo han hecho posible. Es un vino que te habla de la tierra de la que nace y de las personas que lo hacen. Vino sencillo que no simple. Vino agradecido. La copa vacía te revela los secretos de la vinosidad y el compromiso de estas cepas con sus nuevos cultivadores. Vino nuevo hecho por personas nuevas en este mundo pero que llevan con ellas la memoria genética de padres y abuelos. Con los mimbres, cepas, tierras y sabores de aquello que fue. Con la labor y la vocación renovadas de Gorka e Itxaso volverán a ser. ¡Son ya! Se les veía felices y con planes. La familia crecerá, la vida surgirá de nuevo imparable porque personas y cepas, en Lanciego, vuelven a andar juntas, no unas encima de las otras. Hay mucha sensibilidad hacia el campo y con las personas, hay ganas, hay ideas, hay voluntad de progreso y de crecimiento (sigo sin hablar de cantidades...), hay tanta necesidad de explicar como de escuchar y aprender. El camino sigue, transparente y lleno de luz y matices. Siempre que me dejen, pienso andarlo y bebérmelo con ellos.