MAMAN África

Por Monica Monica Moro Mesa @monicamoro
Volví a Senegal el 13 de abril de 2019, era mi segundo viaje a un país que me cautivó y me atrapó en agosto de 2018. Mi vuelta se convirtió en un reto que tocaba directamente muchas facetas de mi vida, algunas dormidas desde hacía mucho, mucho tiempo, quizás demasiado. En agosto, con motivo de mi primer viaje, me golpearon fuertemente sensaciones que no quisieron desaparecer durante meses, que seguían a flor de piel cada vez que veía una foto, recibía un whatsapp de mis chicos senegaleses o me quedaba embobada mirando una de mis muñecas africanas. Hoy, casi dos meses después de volver por segunda vez, las sensaciones y las emociones siguen nítidas y me han llevado a pensar en un tercer viaje antes de acabar el año. Esta segunda vez no he escrito un diario de viaje, #senegaldream no podía resumirse en el relato de un nuevo itinerario en el que no me veía capaz de transmitir sus vivencias, ENORMES, que han quedado fuertemente clavadas en mi. Por ello, con pausas y con mucha calma voy escribiendo artículos que ponen el foco en lo que para mí fue importante.
Sé que el título de hoy puede parecer repetido, lo sé, a algunos y algunas os recordará otras cosas que ya he escrito por aquí pero no os vayáis, os animo a seguir leyendo y así acompañarme de nuevo. Hoy quiero hablaros del papel, difícil, valiente e insustituible de las "MAMAN ÁFRICA" que conozco. He tenido la suerte de abrazarme con Dianeba (madre de Abdoul) y con Aissatou (madre de Mbaye), para el próximo viaje tengo pendiente conocer a la maman de mi querido Arouna.

El primer gran abrazo con Dianeba al conocernos bajo el caisedra

Maman Aissatou y Maman Monica

Family 50/50 

Conocí a Aissatou en nuestro viaje familiar de verano y ya, en ese momento con un par de miradas, un abrazo y una rápida conversación, me pareció una gran señora. Nos hemos vuelto a ver en abril, esta vez, con un poco más de tiempo. Ella es la primera mujer de su marido y matrona en el puesto de salud de Louly, lugar en el que junto a una "enfermera titulada" ayuda a las mujeres a dar a luz, ejerciendo, la que para mí, es una de las más bellas profesiones que una mujer puede tener en África. Cada vez que oigo soy la primera, la segunda o el número que sea de mujer de mi marido mi yo interior se revela con todas sus fuerzas. Ya hace casi un año que sobre todo mis 3 chicos africanos me cuentan cuantos hermanos y hermanas "mismo papá, misma mamá" tienen, pero también me explican cuantas "tías" tienen (las otras mujeres de sus papás) y cuantos hermanos y hermanas de sus tías, vamos todo un festival familiar que se escapa absolutamente a mi comprensión. Pienso y vuelvo a pensar lo difícil que es vivir y convivir como mujer en una sociedad polígama en la que, al casarte (no siempre por amor, ni por deseo, ni por petición, habitualmente por decisión de tu padre), tienes que abandonar el hogar familiar e irte a vivir a casa de la familia de tu marido. Y una vez allí, pasar la mayor parte del día en casa, tareas del hogar, trabajar en el campo, cuidar niños, etc.

Aissatou y la enfermera titulada con las gafas que dimos

Y Aissatou insiste en invitarnos orgullosa a su casa llena de gente, llena de niños y niñas sonrientes que te dan la mano y te abrazan como si fueras "la tía de Europa" que vuelve por vacaciones, la verdad son momentos en el que el corazón se te hace añicos y se desmontan todos tus prejuicios europeos. Ella, como madre africana y me atrevería a decir que como la mayoría de las madres, lo que más ama en este mundo es su familia, tenga mucho, o como acostumbra a pasar, tenga poco o muy poco. Te lo cuenta y te lo enseña feliz, y quiere que conozcas a todo el mundo y quiere que veas y sobre todo sientas que el amor de madre es incondicional, sin preguntas y siempre buscando todas las respuestas. Conozco bien a Mbaye pero también a Cheick y Abdoul, dos de sus hermanos y creo que los tres sienten verdadera devoción por Aissatou, su maman africana que siempre está para acurrucarlos en sus brazos, que siempre está para acariciarlos con una palabra amable, que siempre está y nunca les falla cuando toca acompañarlos en la dura vida de la supervivencia.

"Parte" de la numerosa familia de Aissatou con los nuevos miembros "toubab"

La mejor despedida de Louly: puesta de sol con su maravilloso baobab

Y tuve la inmensa alegría de conocer a Dianeba en el pueblo de Ibel, uno de los lugares con más polvo y calor que recuerdo. Llegué para trabajar con arpilleras y el grupo de mujeres Foutasawa pero ella, mujer hábil e inteligente, a la que pudo me apartó del grupo. Ella también es primera mujer de su marido y quería compartir conmigo lo que sentía, lo que seguramente llevaba meses pensando decirme. Y así, detrás del árbol caisedra me dijo:
"Mónica, gracias, gracias y mil gracias por ayudar a Abdoul con sus estudios en Dakar, si no fuera por tí él no estaría allí. Yo aquí en Ibel intento sobrevivir y alimentar a mis hijos trabajando en el campo, un campo que lleva meses seco y sin regar por falta de agua, un campo en el que no crece nada, de nada, ni las malas hierbas. Busco lo que sea para poder echar un puñado de arroz al bol y así comer todos, pero no siempre es posible. Este taller de arpilleras es una oportunidad para todas las mujeres que quieran sumarse, es una ventana al mundo, es un soplo de aire fresco a más de 40 grados tragando polvo a todas horas".



No hace falta que os diga que te pueden explicar muchas cosas, que puedes ver muchos documentales e incluso alguna película pero cuando te lo dice cara a cara una "supermujer" africana te desmontas en un instante. Mis ojos se humedecieron, me estremecí y sí, sollocé en sus brazos como una niña, me desplomé a pesar de haberme preparado durante meses para acercarme al dolor, pero así y todo nunca estaré lo suficientemente preparada. Cuando nos separamos le dije que no tuviera miedo, que seguiría ayudando a Aboul y que el proyecto de arpilleras iba a salir adelante, que quería ser facilitadora de su cambio, de su oportunidad y que juntas lo conseguiríamos.
Pero aún tenía un encuentro pendiente, me faltaba conocer a Penda, la hermana de Abdoul e hija de Dianeba casada hacía escasamente doce meses a los 15 años. La de veces que por whatsapp he preguntado a Abdoul ¿Cómo está Penda? y él, yo creo que para no hacerme mucho daño, siempre me contesta: bastante bien. Me contó su historia al poco de empezar a escribirnos y la herida que me causó fue profunda, muy profunda, una "niña" casada cuando ella soñaba con estudiar. Tristemente, desde su boda, es su marido quien debería darle permiso para continuar sus estudios y por el momento no lo ha hecho. Debemos decir y gritar, si hace falta, que las mujeres tenemos derecho a la educación, que estudiar y formarnos nos va a dar la posibilidad de aportar a la comunidad para entre todos y todas mejorar. Y vi en los ojos de Dianeba el dolor inmenso por Penda, un dolor silencioso y sentido pero aceptado en nombre de la tradición, y seguramente de la convicción de ser lo mejor en una zona polvorienta en la que cada día hay que procurarse un puñado de arroz.

Abrazada fuertemente a Penda y Dianeba

Maman Dianeba y maman Montse, ayuda mutua

Pero no penséis en la derrota, ni mucho menos, la transformación y el cambio han empezado, mujeres como Aissatou y Dianeba, guardando y asumiendo las tradiciones más ancestrales han dado pasos firmes, la primera trabaja fuera de casa, la segunda se ha lanzado sin condiciones a una nueva oportunidad, las arpilleras. Son mis 2 "mamás coraje", ellas sí que son dos maman África grandiosas, ejemplo y reflejo de cambio en una sociedad senegalesa que debe dejarlas espacio para caminar, espacio para crecer y sí, también, espacio para cambiar.

Maman Montse y maman Mónica